El Rayo Vallecano tenía la oportunidad de asaltar la cuarta plaza, y la dejó escapar. Otra vez el vértigo crónico, esa sensación de que al equipo le da para estar en playoff, pero cada vez que puede asomarse a cotas más altas, se queda en blanco. Ante el Mirandés era una bala de diamante, no sólo para dar sorpasso a Leganés y Sporting, sino para poner pie y medio en la promoción. Y se esfumó de la manera más ridícula posible: tras fallar dos manos a manos clarísimos y acabar regalando el gol en un carrusel de calamidades.
Los de Iraola aún no han ganado dos partidos seguidos en casa en todo 2021. Abonados a la épica de las remontadas, el equipo avanza jornada a jornada como un funambulista por la cuerda floja. Y de cada tres pasos, mínimo uno es en falso. La épica victoria ante el Girona (2-1) supo como un trago de cerveza en una terraza a 40 grados. Pero este resbalón ha cortado cualquier digestión. Y es que aunque en Vallecas se es mucho de rock & roll, pero de vez en cuando apetece algo de jazz.
La primera parte, desde luego, tuvo poco de guitarra eléctrica. Fútbol plano, errático y aburrido. Aunque con licencia suficiente para regalar dos ocasiones clamorosas, una a cada lado. Primero la tuvo el Mirandés, que se topó con una mano espectacular de Dimitrievski a disparo de Cristo. Y acto seguido fue Pozo quien, solo ante Lizoain, perdonó buscando deleitarse con una vaselina. También cogieron boleto Meseguer, desde 35 metros y Guerrero, de falta, pero ambos ganaron en la tómbola de la desdicha.
Con todo abierto para la segunda parte, y el brillo de la cuarta plaza en el horizonte, el Rayo se echó inicialmente al ataque. Dejó de lado las fatigas y complejos para remangarse rumbo a la guerra. Sin medias tintas. A los 9 minutos erró Álvaro García, que recibió completamente solo dentro del área, se tiró un autopase ante Lizoain y Vivian llegó para despejar bajo palos. Otra vez perdonaba la Franja por un exceso de deleite en la definición.
El Mirandés, que estaba embotellado y sin ideas, encontró en los balones parados la herramienta para asustar. Y bajo ese mandato obligaron a Dimitrievski a enfundarse la capa de héroe: el joven Pablo Martínez remató a bocajarro en el segundo palo y el portero hizo una parada antológica. Algo espectacular. Y que reforzó una de las mejores actuaciones del gato de Kumanovo con el escudo rayista.
Lo paró todo, salvo el harakiri defensivo de sus compañeros. El macedonio gritó para ir a atrapar un balón sencillo dentro del área, pero Fran García hizo caso omiso y pegó un patadón al aire, complicándolo todo. Fue el inicio del fin. Segundos después el cuero dio en Álvaro García y retornó al área rayista. Y ahí lo cazó Cristo, que soltó un derechazo cruzado rumbo a la red con escala entre las piernas de Catena. Un desastre inexplicable.
La derrota ha abierto una herida de las que dejan cicatriz. Porque la victoria suponía ponerse 9 puntos por encima del séptimo (Girona-Ponferradina) y sin embargo el equipo se acabó marchando rumbo a vestuarios a sólo 6 puntos del abismo. Ahora, visita a Las Gaunas. Quedan 24 puntos, 8 finales. El Rayo sigue eligiendo la pastilla roja en vez de la azul. La de complicarse la vida. Le sigue dando miedo volar.