No hay viento ni hojarasca que frene a este Rayo Vallecano. Está tocado por una varita: gana hasta cuando hace 0 tiros a puerta. Es una máquina cabal, un equipo convencido de que los 53 puntos de la temporada 2012-13, en unos meses, pueden ser nimiedad. Historia. Tras el susto de Guijuelo, Iraola llamó al Equipo A para tornar a la rutina; y su escuadrón de oficio cumplió en otra hora del vermú -franja en la que la máquina del calendario, tal vez por una avería en su algoritmo, no deja de fijar los partidos del Rayo-. La monotonía de las 14:00h no fue excusa, tampoco la baja de Comesaña (ciclo de amonestaciones). Este Matagigantes con piel de lobo necesita su ración de cordero cada 7 días. O de periquito, le vale igual.
Y eso que la primera parte tuvo rugidos en ambas direcciones. Si bien el Espanyol se agarró sin rodeos a la destreza de RdT (más protagonista que Embarba), el Rayo fue un canto coral. Adivinar por donde te va a atacar es tan complejo como armar un cubo de Rubik: por una banda pueden percutir los García; por la otra, el bueno de Isi; en caso de que el juego caiga por zona interior, la varita de Trejo; y como posible Plan D, Sergi Guardiola pivota ansiando centros. Hay tantos flancos que defender es caótico, seas el rival que seas. Y esa es una virtud madurada por Iraola, que se llevó las manos al rostro hasta en tres ocasiones.
Trejo, de regreso tras cumplir sanción en Mestalla, no acertó a rematar un centro raso cuando entraba en carrera. Poco después erraron Catena por alto e Isi con un chut cruzado. Hat-trick de uys. RdT, de cabeza, hizo volar a Dimitrievski en la única acción de severo peligro para los pericos, que a punto estuvieron de perder a Darder tras un brutal choque con Yangel Herrera. La brecha fue tal, que Sergi Gómez hizo el gesto de cambio al banquillo, pero este volvió enfundándose un traje de momia a la cabeza y varias grapas a la ceja. Todo quedó abierto para el segundo capítulo.
A los pocos minutos Falcao salió a calentar y cogió asiento de lujo para disfrutar del gol. Álvaro García, con más fe que una cuadrilla de monjes, echó a correr esperando un error defensivo que llegaría; controló la pelota, percutió hasta línea de fondo y metió un pase de la muerte que hizo honor a su nombre. Cabrera, que se lanzó al suelo intentando apagar un incendio, fue la chispa que prendió las llamas, tocando el balón hacia atrás y metiéndolo en su propia jaula. Ese balazo dejó herido de muerte a los de Vicente Moreno, que no recuperaron el pulso hasta la recta final.
Vallecas, eufórica, regaló pitos y aplausos a Embarba antes de disfrutar de un Rayo sobresaliente. Firme atrás e intrépido adelante; completo. Unai López pidió un penalti por empujón y Falcao, que salió superada la hora de juego, no tuvo opciones. Porque el Rayo acabó el partido con 0 disparos a puerta… Pero un gol. La suerte sonríe a los valientes. El Santo de Kumanovo sólo tuvo que aparecer para despejar con problemas un obús de Puado y otro más tímido de Pedrosa. La victoria era inevitable.
El Rayo Vallecano ganó, sigue invicto en Vallecas (donde suma 22 de los 24 puntos disputados) está a 2 de la Champions, con un colchón de 4 sobre el Barça y, lo más importante, con casi tres cuartos de permanencia en el bolsillo. Números impresionantes. Rumbo a la historia. El ‘EuroRayo’ es un vendaval.