
No hay billetes a Liverpool para los clementes. Y el Rayo Vallecano sigue siendo más bonachón de lo que debería. Boxeador con capacidad para dislocar mandíbulas, pero cierto pudor a hacerlo. Tras una primera parte insípida, el Sevilla encontró un gol de rebote y la Albufera se empinó hasta los 70º. Fortuna que en Carnaval, la Franja se vistió de Mo Katir. Corrió, sudó y sangró para salvar un partido que sostuvo la ilusión de algo grande. Enorme. Ya saben. Si la vida es lo que prometió Celia Cruz, las penas se van soñando. A golpe de valentía y pundonor. La fórmula de una casi remontada que tiene regusto a ello.
Algo bueno tenía que haber en el batacazo copero: Iraola está contando con su once de bestias, fresco y sano, cada siete días. Juegan los de siempre donde siempre. Un lujo que, eso sí, martiriza a los suplentes con suplencias perpetuas. C’est la vie. A ver quién sienta desde la dupla Catena-Lejeune, hasta el rock de Camello. RdT apunta más a la temporada que viene que a esta. Hasta los cracks necesitan sus adaptaciones. Se repitió la alineación más repetida de toda Primera (8 veces).
Un escuadrón con el que sólo se ha perdido una vez (3-2 en Bilbao). Funciona por su sinergia; porque lo tiene todo en pequeñas dosis. Talento, velocidad, sacrificio, coordinación… y algún que otro despiste. Eso hace que esto sea el Rayo Vallecano y no el Bayern de Múnich. ADN de su encanto. Errores puntuales -pero crónicos- que hacen pisar suelo entre sueño y sueño. Como el del 0-1 del Sevilla, un gol que rompió el día de la marmota: daba la sensación de que el partido podía durar tres días y seguiría sin goles.
Un rebote cruel
Tuvo que intervenir el dios del fútbol para agitar un domingo de butaca y siesta. Suso recibió en la frontal, disparó con la zurda y tras tocar en un defensa, marcó. La fortuna, a veces, sonríe a las urgencias. Y el Sevilla, tras meses entre el infierno y el descenso -se parecen pero no son lo mismo-, lo celebró con la rabia que merecía. Poco más de los de Sampaoli en la primera parte. Un Sevilla mejor que el de octubre, pero a años luz de lo que debe ser.
El delito del Rayo fue no ser capaz de ganar a un rival tan ensangrentado. Mucho balón, mucho centro y poco colmillo. Y eso que Camello cuajó uno de sus mejores partidos, radiante de fútbol y confianza. En el minuto 1:48 tuvo un mano a mano con Bono que pudo elevarlo a los cielos. Yerró. Hasta la segunda parte, cuando Sampaoli quitó a Rafa Mir para dar entrada a Jesús Navas (quiten al autobús y abran paso al transatlántico). ‘Misión aguantar’ ante una Franja volcada.
Lejeunazo
Y no hay mejor respuesta ante un planteamiento así, que el balón parado. La puso Isi desde la esquina y Lejeune, sólo y convertido en un gigante, cabeceó a la jaula. Golazo y frenesí para un estadio que despertó y apretó por la remontada. Acabó mucho mejor el Rayo: valiente ante un Sevilla acobardado. Tan incapaz como nervioso. Lo mereció la Franja, con un gran RdT como referencia en los minutos finales. Fallar aquel penalti en Getafe le tocó la fibra del orgullo. Faltó el gol, la heroica. No llegó ni con la entrada de Falcao para los minutos finales: RdT empujó un balón en el 89, pero era fuera de juego. Tampoco tras una mano salvaje de Bono en, literalmente, la última de todas. Un paradón antológico tras rebotar el chut de Álvari García en Jesús Navas. Ahí estuvo. Murió un combate con reparto de puntos. Y batería para seguir soñando. A Europa no se llega sin sufrir.
