El Rayo murió de vértigo, de inocencia, incluso de miedo. Lo mató su peor enemigo: el propio Rayo. Los errores de un equipo que puede dejar de llamar “sueño” a Europa, y empezar a usar “utopía”. Esta no es tan emocionante como la de Robe, pero sí igual de cruda. Le tocaba ganar, ganar o ganar. Y perdió, pese a tenerlo todo de cara. Una afición entregada y un Espanyol aterrado. Perdonando y regalando. Tal vez fueron los nervios; tal vez ese amargo genoma que tiene en su ADN. Pero la derrota es un jaque -casi mate- a falta de tres jornadas. Asomo de punto y final a una temporada histórica, pero que pudo serlo más. Lo mereció.
Volvió Iraola a su once de gala, con la excepción de Pathé Ciss (Óscar Valentín cumplía ciclo de tarjetas). Lo de Mumin fue breve pero intenso; el castigo de Lejeune por su harakiri en Elche llegó a su fin y volvió el tándem habitual. Enfrente, un Espanyol con tantos colmillos como miedos: peligrosísimo arriba, clemente atrás. La lectura del partido era digna de un libro infantil: se avecinaban idas y venidas. Ataques y despistes. Domingo bonito, de toma pan y moja. Ponte las botas.
Dicho y hecho. Aupada por Vallecas, cómo no, la Franja salió a morder, pero fue un trampantojo. Tras 5 minutos de amagos a la meta de Pacheco, los de Iraola dieron un paso atrás y permitieron responder al Espanyol, que no su voz para la ópera, pero sí ganas de vociferar. Así, empezó a llegar. A hacer sonar el murmullo de un estadio que no entendía la evaporación en el coraje de los suyos. Demasiado amigables. Demasiado inocentes.
Del error al diluvio
Una cualidad delito en estos desembarcos. Porque en la jaula de los lobos, al cordero lo devoran. Y un error de Pathé Ciss en defensa fue suficiente para dejar sólo a Darder, que fusiló de volea al palo largo. Preciso, heroico. Mirada a cámara y jura de escudo. Se rozaba la media hora: 0-1. El Rayo había dado un paso atrás y parecía no creer. No creérselo. Mientras el diluvio universal se asomaba con un cielo gris de thriller, RdT invocó su maremoto. Esas ganas de rugir ante quien lo encerró en una jaula.
Tras recoger galones, bajando a recibir mucho para estirar al equipo, le llegó la hora de la verdad. Trejo intentó un regate dentro del área y como la inocencia es contagiosa, Óscar Gil dio positivo. Mano clamorosa del lateral, que no quería, pero la hizo. Tuvo unos segundos de protestas que no fueron más que la utopía de reclamar lo sentenciado. Él mismo asumió, rápidamente, que era una batalla perdida. Ahí fue RdT, ante sus ex. Ante ellos. El Espanyol. Pacheco se la jugó al medio y el killer, a su derecha. Gol; celebró. 1-1 y descanso.
El fallo de Isi
En la segunda parte, el Rayo empezó bien plantado. Y la tuvo. Primero tras una salida en falso de Pacheco que Comesaña no materializó y segundo, en un pase de la muerte que Isi mandó a las nubes. Esta última será herida y casi trauma. Donde todo pudo cambiar. El ejemplo perfecto de lo que son los “detalles” que tanto abundan en el fútbol. Un balón que pudo cambiar toda una temporada… y hasta la historia del club. Pero no; y giro de 180 grados. Porque segundos después, el propio Isi perdió el balón en una salida y el Espanyol, mordió. Jugadón de Darder, rebote y Melamed, a la jaula.
El 21 celebró besando el escudo en dirección hacia el fondo. Y eso encendió a Vallecas, que respondió con poca clase: “¡A Segunda, Oe!”. Tiene el barrio mucha más altura y suficiente memoria como para no entonar ese cántico. De los más desagradables de este deporte, por la falta de valores que respeta. Y dicho de paso, hasta poco inteligente, porque todo vuelve. El caso es que ese duelo del Oeste puso el rodeo patas arriba. Encendió a diestro y siniestro.
Y en la ebullición, la Franja fue huelo. Porque el Rayo, poco a poco, se fue desconectando. Iraola acabó con Camello-Falcao en punta, una fórmula que dio menos frutos que RdT, solo. Sorprendió su cambio, cuando no parecía especialmente fatigado. A veces cantidad, es peor que calidad. No hubo gol, no hubo reacción. La Franja cayó y casi naufraga en el Canal de la Mancha. Ahora no necesita una heroica, sino un milagro. Para empezar, ganar en el Bernabéu. Y rezar en ska.