‘Vaya resaca’, parecían decir los rostros de muchos aficionados del Rayo Vallecano. Resaca emocional, vaya. De las que te desatan una sonrisa que dura días y te arreglan una semana. La alegría copera ante el Betis perduraba en todas las cabezas. Pese al paso de los días, a las nuevas convocatorias y a los intentos de Jémez por cambiar el chip, era imposible: había sido demasiado bonito para ser olvidado tan pronto.
Vallecas era feliz, después de mucho tiempo se apreciaba otro clima en sus gentes y en sus gradas. Tenía otro color. Y otro rival. El Extremadura se metía en el verde de tres fondos con la ilusión de pegarle un bocado a la lucha por la permanencia. Están metidos en el pozo, las jornadas corren y se acaba el margen de reacción. Puntuar era clave. Lo que en la jerga futbolística se denomina “sacar algo”.
Y el problema es que el Rayo puso mucho de su parte. Los franjirrojos, tal vez acusados por el cansancio del enorme desgaste ante el Betis, o tal vez porque aquel partido fue simplemente fue un oasis en el desierto de juego que vive el equipo, hicieron una de sus actuaciones más pobres de la temporada. En una oda al doctor Jekyll y mister Hyde preocupante. Ni rastro del equipo que eliminó al Betis.
No dominó, no achicó y no transmitió. Fue un equipo espeso, lento y carente de ambición. Muchos se preguntarán como bajo este pretexto estuvieron a punto de quedarse los 3 puntos en el humilde barrio madrileño. Pues de rebote.
Literal. Con el 0-0 inicial se llegó al descanso y sin apenas ocasiones. Para destacar la lesión de Pozo, que tuvo que retirarse lesionado en el minuto 11, malas noticias para Jémez, que ahora insistirá más que nunca en el fichaje de otro mediocentro. A parte de eso, nada y menos. Sequía de balompié.
Pero la segunda parte deparaba sorpresas. En una acción vertical por la banda derecha se plantó solo Andrés Martín contra Casto. El ‘9’ picó el balón por encima de Casto, sobrepasándole, pero con poca fuerza. Llegaba un defensa a despejar con suma tranquilidad, y ahí vino la anécdota. José Pardo despejó, con tan mala fortuna que el balón dio en la cara de Lomotey y entró en la portería. Ver para creer.
El Rayo empezó a administrar la ventaja y a resistir ante un Extremadura con los dientes demasiado desgastados. Los de Mosquera intentaron hacerse con la posesión e igualar la contienda, pero el ritmo lento del choque y la poca capacidad de dribling de sus jugadores no acompañaban.
El Rayo estaba mal, pero estaba cómodo. Y eso valía dadas las circunstancias. Isi no debutó y tan solo un pase de la muerte demasiado largo hacia Kike Márquez hacían temblar ligeramente los cimientos del barrio.
Los tres puntos parecía que se iban a quedar en Vallecas, Jémez se relamía y la afición comenzaba a abandonar el campo, pero quedaba otra sorpresa. La ‘ley del ex’ nunca falla. Minuto 89′, galopada de Nono por la izquierda, que sirve un centro raso al corazón del área donde Álex Alegría remata entre Catena y Saveljich. Le da mal, pero entra. Gol. Empate.
No fue un gran partido, es más, fue un mal partido. El Rayo no suma y da un pequeño paso atrás en la lucha por reengancharse al playoff. Sigue cerca y metido en ella, pero con una mancha -más- en su espalda.
Ahora, página nueva y licencia para seguir soñando en Copa. Llega el Villarreal el viernes a la barriada del Santa Inés. Se arman los cañones. Toca guerra.