

Si algo le quedaba al Rayo Vallecano era la confianza ciega en su fortín. Todo rival que había pasado por Vallekas se había marchado cabizbajo y de vacío. Casualmente en los meses de más silencio de la historia de esas gradas, aquello de ‘esto se Vallekas…’ estaba sonando más fuerte que nunca. La irregularidad fuera de casa era una bofetada semanal sanada con los partidos en casa. Y en esa tesitura llegaban aires de derbi madrileño a los aledaños del barrio. Venía el Fuenlabrada, venía Sandoval.
El problema del gol tendría, de salida, una tirita llamada Ulloa, titular por primera vez esta temporada en la punta de ataque y responsable de ‘la llamada a la suerte’. Sería el encargado de agarrar la linterna y entrar en la cueva para buscar tan preciado tesoro. No estuvo sólo, le escoltaron Isi y Álvaro García en las bandas; además de un trío novedoso en el centro del campo: Suárez, Trejo y Pozo. La ausencia de Valentín y Santi se hizo notar sobre todo en el orden. El talento de Trejo y de Pozo era latente, pero Suárez sigue con el motor apagado y en punto muerto.
Ahí supo encontrar su baza el Fuenlabrada, bien replegado en una defensa de cinco futbolistas pero enormemente veloz a la contra, valiéndose de las piernas de Nteka, Kanté y Salvador. Este último tuvo la más clara de toda la primera parte desde los once metros. Saveljich derribó a Kanté dentro del área en una acción tan inocente que hizo daño a la vista. El penalti fue catedralicio, pese a las protestas del tandilense. Fue Salvador al punto blanco, chutó con el interior a su izquierda… Y despejó con los puños Dimitrievski. San Stole I de Vallecas.
El Rayo tenía el dominio, la pelota, el timón. Pero le faltaba el oro, el gol. Todas las acciones de peligro venían desde las bandas, con pases previos muy forzados que escenificaban una falta de fútbol notable. La Franja proponía mucho fútbol de posesión, horizontalidad pura y dura, pero si no encontraba a sus extremos estaba perdido. Tal vez el problema del gol no es meramente una cuestión de que el delantero en cuestión tenga la tarde -o el mes-, sino que coralmente algo no funciona. Que los balones que llegan -más bien pocos- llevan más pomada que pólvora.
Si la primera parte había tenido poca emoción, la segunda empezó peor. El partido era tosco y lento, poco recomendable para cualquier aficionado al fútbol y más que aconsejable como castigo. No había ni ocasiones ni riesgos. Era todo tan monótono que el propio Sandoval debió pensar: “Tengo que tocar algo, aunque sea por salud, pero tengo que tocar algo”. Y con la lesión de Sotillos quitó nada menos que su defensa de cinco para irse al ataque. El problema es que buscó la revolución y se pasó a la locura. Porque ese muro defensivo era la Piedra Rosetta azulona.
El Fuenlabrada perdió orden y ofreció, por primera vez en todo el partido, espacios. Y el Rayo lo aprovechó. En un centro desde la izquierda apareció Andrés Martín para rematar de cabeza y poner el balón lejos de la estirada de Racic. Un golazo digno de killer para un futbolista que no se cansa de pedir un hueco en el equipo. Tal vez el 9 lleva el 11. Los visitantes se echaron adelante sin fe ni convicción, sin ideas.
La tuvo de cabeza Nteka rozando el minuto 82. Su cabezazo cogió rumbo al segundo palo y se envenenó peligrosamente, pero fue desviado por Dimitrievski. Paradón, de esos que valen tres puntos, porque justo en la acción siguiente el equipo salió a la contra, Andrés Martín sirvió un balón raso y Antoñín, en el segundo palo, la mandó al fondo de las mallas con ayuda de Pulido. Los porteros no marcan, pero también ganan partidos.
Al jolgorio de una noche festiva le quedaba la guinda. Tiago Manuel Dias Correia ‘Bebé’ volvió a jugar al fútbol 369 días después. Ha pasado por un infierno lleno de rehabilitaciones, quirófanos, terapias y frustraciones, pero la vida a veces premia a quien no deja de trabajar. Iraola le regaló el tiempo de descuento para dejarle claro que sí, que cuenta con él, que es parte del bloque y que en cuanto recupere toda la forma física, tendrá minutos de calidad. Fue un gesto de enorme valor. Aquella triste tarde del 26 de octubre de 2019 ya es papel mojado. Pasado. Bebé ha vuelto.
El Rayo volvió a vencer en casa y mantiene su condición de imbatible. Ese estadio de único fondo y balcones presidenciales sólo conoce victorias de la Franja esta temporada. Está siendo la clave para que el equipo resista en la zona alta y no se descuelgue, incluso, del ascenso directo. Los partidos fuera de casa siguen siendo la tarea pendiente, pero al menos Vallekas sigue siendo Vallekas. Fortaleza de barrio.
