La salvación es casi imposible. Dificilísima. Pero si existe algún camino a ella, por muy escarpado que sea, es este. El de acabar al borde de la asfixia. El de correr a cada balón como si de ello dependiese la vida de todos y cada uno de los vallecanos. Porque sí. Porque se puede. Porque Alberto, que llevaba sin jugar quién sabe cuanto, paró un penalti. Porque Raúl de Tomás ya lleva 13. Porque por fin el Rayo ganó. Porque todo un Valencia cayó en el barrio obrero. Franjirrojos, sonreid, que ya toca.
Paco Jémez dinamitó el once titular frente al Valencia. Parecía un equipo nuevo. Alberto por Dimitrievski en portería, Álex Moreno como extremo y Tito como lateral izquierdo, Embarba y Gálvez titulares… Y los primeros minutos demostraron que siempre es difícil ajustar los engranajes cuando hay tantas novedades, sobre todo en defensa. Tres ocasiones clarísimas tuvieron los ches por sendos errores garrafales de la zaga franjirroja. No se adelantaron porque el dios del fútbol no lo quiso.
Durante toda la temporada, la suerte ha esquivado a la franja. Los goles en el último minuto, los detalles puntuales… nunca han caído hacia el lado vallecano. Sin embargo, frente al Valencia, todo parecía distinto. Y a la media hora de encuentro se hizo evidente. Alberola Rojas, colegiado del partido, se inventó un penalti inexistente por derribo de Gálvez a Rodrigo que el VAR tampoco corrigió. Jugada interpretable donde el videoarbitraje no entra. Parejo tiró la pena máxima de manera horrorosa y apareció Alberto atajando el balón y haciendo explotar la grada. En la jugada siguiente, Embarba se marchó por la derecha y puso un centro perfecto para que Raúl de Tomás anotara su gol 13 en Liga. Del 0-1 al 1-0.
El Valencia cogió el timón del choque. Verse por detrás no le gustó un pelo a Marcelino y echó a los suyos hacia delante. El Rayo siguió llegando con peligro, sobre todo en contraataques, pero el balón era ché. Además, con Guedes ya sobre el campo tras sustituir a Ferrán, la tensión se mascaba cada vez que los de Marcelino rondaban la portería de Alberto. Y si a eso se une el cansancio y el miedo a perder de nuevo los tres puntos…
Y cuando las fuerzas flaqueaban y los jugadores ya no podían más, llegó el gol de Mario Suárez a la salida de un córner para certificar que sí, que sí se puede. Que el Rayo está vivo.