Hay cosas que no cambian ni con un salto de década. Y el Rayo Vallecano es una de ellas. Errante de inamovibles costumbres, empezó el 2021 con buen pie: victoria ante el Alcorcón y paso hacia delante en la lucha por el playoff. Eso sí, la Franja mantiene todas y cada una de sus dichosas manías. Tuvo tramos de serio sufrimiento, volvió a sufrir la falta de gol (aunque con Antoñín en punta ese problema parece más llevadero) y dejó un nuevo capítulo sonrojante en materia extradeportiva: los escudos que aparecían y desaparecían.
Los 11 jugadores salieron al campo con las equipaciones en perfecto estado, pero según fueron pasando los minutos… Algunos escudos empezaron a desaparecer de las camisetas. Con cosas así dudas a quién llamar, tal vez a Umbro (patrocinador y proveedor), tal vez al club, o tal vez a un parapsicólogo. Algo digno de estudio. En lo deportivo se despejó la gran incógnita: Luca Zidane le ha quitado oficialmente el puesto a Dimitrievski. Este 2 de enero colapsaban los dos por primera vez en una convocatoria desde la expulsión del macedonio en Butarque. Era la hora de elegir para Iraola, y se quedó con el pequeño Zizou. Decisión sustentada en la meritocracia.
Y en los primeros compases, de hecho, hizo varias intervenciones de mucho mérito que consolidaron la decisión de su entrenador. Entre ellas, un paradón descomunal a Marc Gual para evitar el 0-1. El Alcorcón de Anquela estaba bien plantado y amenazaba el área rayista atacando por los costados, pero sin suerte. Toda la que sí tuvo la Franja: pase de ruptura de Pozo que dejó a Antoñín completamente solo ante Dani Jiménez. Se hizo el silencio en un desangelado Estadio de Vallecas; melodía de pulsaciones y nervios. El 15 chutó, el balón lo paró el portero, pero quedó muerto y el delantero, vestido de killer, corrió al rechace y lo empujó a la red. Así se llegó al descanso.
En la segunda parte el fútbol monótono se adueñó del partido. Ataques inocentes y nulidad de riesgos en ambos equipos (aunque esa carrera de la racanería la ganó el Rayo), condenando al choque a ese tipo de juego en el que no pasa nada y, sin embargo, lo que sí pasan son los minutos. Advíncula e Isi volvieron con escudos en sus camisetas, eso también pasó. Como el regreso de Andrés Martín, ya recuperado de su lesión. Antoñín tuvo de cabeza el segundo tras un centro desde el costado izquierdo, pero le salió muy centrado y lo blocó Dani Jiménez en dos tiempos.
Y ya saben lo que es este equipo: marcar, perdonar y pagarlo. Rozándose el minuto 80 llegó un centro raso -y aparentemente muy inocente- desde la derecha, el balón no lo despejó nadie, ni siquiera Luca, al que se le coló por el guante derecho y lo dejó muerto en el área pequeña. Y ahí apareció Barbero, canterano alfarero, para empujarlo y firmar las tablas. Otra acción inexplicable en una temporada plagada de harakiris.
Pero la Navidad es sinónimo de milagros. Y en Vallecas se vivió uno carente de cualquier explicación medianamente lógica. Bebé, desde una posición escorada y sin apenas espacio, soltó un derechazo durísimo con la suerte de que el balón tocó en un defensor y se fue directamente al fondo de la portería rival. Créanme, la palabra milagro se queda corta. Y con esas sonó el pitido final. Resultado injusto para el Alcorcón, que propuso más y se fue con mucho menos.
La mejor noticia para el Rayo es que sigue cumpliendo en casa y que aprovechó la oportunidad de pegar un bocado en la clasificación y empatar a puntos con el Leganés (aunque a día de hoy tiene el golaverage perdido, 1-0 en Butarque). La victoria es vitamina moral antes de hacer frente a dos salidas seguidas: la primera, el 6 de enero a El Mazo para enfrentarse al Haro Deportivo en Copa (Unión Rayo se desplazará hasta allí para contarlo); la segunda, tres días después, en Anduva contra el Mirandés. Después de eso vendrá un Tourmalet: Mallorca en casa y Espanyol fuera. El 2021 ha empezado fuerte. Y bien.