Norma número 1 de ser del Rayo Vallecano: aquí no se rinde ni el León de Nevir. Si toca remar contra viento y marea, se rema. Si las cuestas se hacen empinadas y resbaladizas, se suben. Y si toca remontar un partido, se remonta. En el ADN de este club no está la opción de abandonar, porque hay una cosa innegociable en el fútbol de barrio y en la vida: pelear. Se puede ganar o perder, pero jamás abandonar el césped con la sensación de no haberlo dado todo.
A más de uno se le atragantó el cocido con el tanto inicial de Bogusz: penalti por mano de Fran García (que regresó a la titularidad, confirmándose una recuperación milagrosa tras su lesión en el cruzado) y derechazo duro del polaco para batir a Luca Zidane. “Otra vez”, pensaban muchos. Se avecinaba lo de siempre, otra tarde de frustración para una afición cansada de sentir que hay equipo pero no resultados. Seguro que incluso alguno apagó el televisor tras esa acción. “Para qué, si sólo dan disgustos”, buen lema.
Pero este equipo tiene una ‘Cara A’ notable. Y en 5 minutos el Rayo protagonizó una tormenta épica. Primero marcó Antoñín, que se encontró con una asistencia involuntaria de Pozo y fusiló a Miño desde dentro del área. Calma, pedía Iraola. Pero lo que se venía era la marejada. Sólo tres minutos después Catena remató un balón en el punto de penalti y cuando iba manso a los guantes del portero… Lo desvió Unai Medina. No se daba crédito en el Estadio de Vallecas, qué autogol. Ya ganaba la Franja. Unai, por cierto, se tuvo que retirar lesionado poco después, desde luego no querrá que le hablen de este sábado a menudo.
En la segunda parte el Rayo salió a titubear, un clásico esta temporada. Sin jugar mal ni pasar apuros, pero para qué marcar un gol que cierre la tarde y evite sufrimientos. Gorka avisó pronto con un cabezazo dentro del área e Isi respondió soltando su zurda. Ninguno tuvo acierto. Tampoco Mario Suárez, que cuando sólo quedaba rematar a bocajarro, la tiró a las nubes. El partido murió en la monotonía de las imprecisiones. En el sopor. Pasó poco porque ambos quisieron que pasase poco. Leo Ruiz, se fue a la calle tras un codazo a Catena. Y nada más. Los puntos se quedan en el barrio.
Qué victoria, qué remontada. Había que ganar por lo legal o por lo criminal; no hacerlo suponía alejarse peligrosamente de la promoción (y del ascenso directo, aunque eso ya suene a utopía). Y se hizo, de aquella manera, pero se hizo. Y vale lo mismo. Esta versión del Rayo Vallecano es más ilusionante. Tiene columnas de mimbre que deben fortalecerse, pero se antoja reconocible. Si el equipo es capaz de encontrar la regularidad, soplarán otros vientos. Vallekas vuelve a ser inexpugnable y lo de Fran García ha quedado en un susto. Dos grandes noticias.