Va en el oficio europeo ganar hasta sin gasolina. Y eso hizo el Santa Inés, navegar sin remos ni ron. Jugó sorprendentemente extenuado, sin fuerzas, sin chispa, sin tanto de lo suyo y a la vez, con todo lo necesario: Vallecas. Desfibrilador incondicional para noches más opacas que oscuras; donde la cabeza pide realismo y el corazón, soñar. Insistente pese a todo, incluso el tan descorazonador 4-0 en Elche. Sólo había un camino a Liverpool y pasaba por ganar al Pucela. Como fuese. Bonito o feo. Y tuvo mucho de lo segundo. Pero también de lo primero: marcó RdT, reapareciendo cuando más falta hacía. Porque los héroes nunca llegan pronto ni tarde, sino cuando se lo proponen.
Fue el milagro de un barrio al que le faltó su mejor mago (Trejo) y por ende, sus mejores varitas (Isi y Álvaro García). Con el Chocota especialmente errático, los ataques no prosperaban y la pólvora se empapaba. Un constante puff que inyectaba somnífero en vena. Al fin y al cabo, desde Valladolid invertían en la patente de ese partido lento, tosco, sin la electricidad que enchufa al Rayo y abonados a firmar el empate. Con el condicional de que si entre medias, caía una y se ganaba, puerta grande. Pero en la jaula de los lobos, un punto es mucha vida. Muchísima.
S.O.S.
Al Rayo, sin embargo, sólo le valía ganar. Y tardó en percatarse. Pecó sobre todo en una primera mitad donde Dimitrievski tuvo que intervenir hasta en dos ocasiones para frenar el ímpetu de Aguado, líder blanquivioleta. El problema de Pezzolano es que su equipo tenía más ladrillos que colmillos. Y en los ataques, Mumin y Catena defendían con notable facilidad. Se asomaban sin creer del todo y con el paso de los minutos, fue despertando el León de Nevir.
A orillas del descanso la película ya era más de aventuras que de terror. Sin atino, pero con más tino. Empezó quedándose en bluf RdT, al que la cabeza parecía pedirle -o exigirle- empezar de cero en verano. Olvidar una temporada pesadillesca en lo personal y resetear. Todo el mundo sabe que sus gatillos tienen uno de los mayores peligros del Oeste y eso es, precisamente, lo que reseñaba que no estaba. Que podía dar mucho más. Inofensivo, poco intrépido, poco fuerte. Sin él, sin Trejo, sin Isi, sin Álvaro García -ligeramente mejor que los mencionados-, el Rayo estaba huérfano de héroes. Y no podía encender el led de la azotea con más ímpetu.
Rugió el león
Pero uno siempre vuelve. Siempre, RdT. Algo debieron decirle en el vestuario, entre arengas y empujones de cariño, que regresó con otra mirada. Esa tan añorada. La del gol, la de la sangre. Así, en los primeros minutos de la reanudación, ganó la espalda a la defensa y cabeceó a la jaula un centro impecable desde la izquierda. Picado, imparable, golazo. Vallecas rugió a su son, acompañando en la danza del soltarlo todo. Esa rabia del atolladero que llevaba tantos meses enquistado. Al fin, su primer gol con la Franja tras volver. Valor de quilates.
A partir de entonces, ese Rayo feo, poco divertido, poco Rayo, al menos fue efectivo. Firme en defensa para aguantar el resultado y acunar el tiempo. Que pase y no pase nada. Pese al casi boicot de Mumin, que protagonizó dos patadas al aire para agitar el cotarro. En ninguna llegó la sangre al río. Camello pareció sentenciar con el 2-0, pero Sergio León hizo el 2-1 de cabeza y, ya saben, runrún y murmullo. Alergia a la tranquilidad. Pero el Rayo ganó, para irse al semi-parón sólo un punto por debajo de la séptima plaza, que daría acceso a Europa siempre y cuando el Madrid reine en La Cartuja. A eso y cinco jornadas taquicárdicas se aferra una Franja que cree. Que vuelve a creer. Que tiene más vidas que un gato y un héroe bajo la manga. RdT, al rescate.