El partido ante la Ponferradina había dejado una lectura clara: hay que tener los pies en la tierra. Se había dejado llevar el Rayo Vallecano tras dos victorias que rozaban lo sobresaliente, creyéndose un ser superior en la categoría y vislumbrando una preciosa alfombra roja que llevaba a Primera. Pero para ascender hay que mancharse. El mandamiento de Iraola fue claro: “Esto nos tiene que servir para aprender y sacar conclusiones”. Dicho y hecho.
El Rayo volvía a Vallecas para dar un puñetazo sobre la mesa. Enfrente, el Málaga, un equipo en semi-construcción que basado en el orgullo ya había cosechado dos victorias consecutivas (ante Castellón y Alcorcón). Aquí nadie regala nada; hay que sudar para ganar. Impuso su ley desde los primeros compases el conjunto de Iraola, recuperando la velocidad por bandas y presionando tras pérdida.
Impecables estuvieron ‘los García’ en el costado izquierdo y el dúo Advíncula-Isi en el derecho. También Dimitrievski, que recuperó la portería y se mostró seguro. No había partido porque el partido era el Rayo, dominador absoluto y rondando el arco rival. El Málaga lo probaba en disparos lejanos carentes de sangre.
Y la primera zarpa fue la del León de Nevir. Isi provocó un penalti por mano de Ramón: esta vez no se lo quitó el VAR, a pesar de que la acción deja ligeras dudas. Él mismo fue a los once metros y engañó a Dani Barrio con un chut raso. Instantes después caería el segundo: centro de Álvaro García desde la izquierda que empuja hacia sus propias mallas Juande. Animaba Pellicer desde el banquillo, intentando levantar a los suyos, pero esos catastróficos 5 minutos habían hecho demasiado daño.
Tras el paso por el vestuario agrandaría la herida el Rayo. Primero marcó Qasmi, pero Isi estaba adelantado previamente y se lo anularon. Minutos después anotó Pozo, pero también partiendo desde posición antirreglamentaria. A la tercera fue al vencida: centro de Isi muy medido desde la derecha y Pozo controla el cuero con la zurda y define con la diestra. Golazo para recuperar la sonrisa.
Debutó Antoñín, que disfrutó de 20′ al entrar por Qasmi y marcó en el tiempo de descuento. Enérgico y peleón, pero aún perdido en el sistema de juego de Iraola. Lógico, apenas llevaba 24 horas como jugador del Rayo. No lo celebró. Jozabed, un exrayista, la tuvo en un mano a mano para acortar distancias, pero disparó directamente fuera con la diestra. También Álvaro García, que soltó un trallazo con la zurda para hacer temblar la madera.
No hubo tiempo para más. Los franjirrojos mantuvieron el dominio y no sufrieron, no es lo que tocaba. La victoria asoma de nuevo al balcón del ascenso directo y permite recuperar las buenas sensaciones de los primeros partidos. El equipo sabe a lo que juega y eso es mucho. Ahora toca subirse al avión para volar a Tenerife. Otra bala por el ascenso, para demostrar que la lección aprendida no es pasajera, es de verdad.