Todos los caminos llevan a Roma, pero sólo el del coraje a Liverpool. Pensar en lo impensable y creer en lo increíble. A ese dogma sigue aferrado el Rayo Vallecano, que encara la recta final de la etapa montañosa que el calendario le preparó para estas fechas (Mestalla, Atlético, Real Sociedad…) con ansias de meseta. Y el próximo miércoles, Barcelona. Casi nada, ya hay flato. Se teatraliza The Final Countdown antes de entrar en una fase valle que decidirá si el ‘EuroSueño’ es factible, o más una utopía. De momento se ha ido a los seis puntos, victoria del Athletic mediante. Aquí nadie pisa el freno. Así que el desafío requiere punches en rings como San Sebastián, eterna pesadilla para la parroquia franjirroja. Esta vez, un error grotesco de Dimitrievski empañó la dulzura que por momentos, patrocinó Isi. Fue fugaz.
La misión, ya de por sí, era casi una odisea en el espacio: Catena y Álvaro García eran baja por sanción. A ellos se le sumó Falcao, lesionado por una “rotura fibrilar” durante Osasuna, contra quien jugó 7 minutos. Un tema, el del cafetero, que deberá tratarse aparte. Volviendo al ojo del huracán, sobre el césped del Reale hubo tanto sudor como sufrimiento. Los de Imanol empezaron mejor y se adelantaron por medio de Oyarzabal, que transformó en el 12′ un mano a mano frente a Dimitrievski. La ira de los vallecanos reflejó, rápidamente, que algo iba normal: el VAR intervino para avisar de una falta previa sobre Fran Farcía. Muy clara. Anulado.
Resistencia
Pese a ello, no bajaron el ritmo los donostiarras, que achucharon durante unos primeros 45 minutos sinónimos de monopolio. En los que Mumin se licenció como central de garantías y RdT, aún alérgico al gol, relució ese hambre por luchar que atesora. Lo mejor para Iraola fue plantarse en el intermedio sin goles: el Rayo no disparó a puerta y la Real, cinco veces. Reflejo de un partido con dominio dispar y suerte única. Sobrevivió la Franja, con más vidas que aquel Gato López. El técnico, descontentó con su decisión de que la banda de Alvarito fuese para Andrés Martín, hizo un cromo por cromo y dio entrada a Chavarría (llamado a ser el lateral izquierdo titular la próxima temporada, con Fran García en Chamartín).
Y a partir de entonces hubo otro Rayo. Más protagonista, más peligroso, más vivo. Subió la presión y la intensidad, forzando un error de Pacheco en la salida: perdió el cuero siendo el último y propició un mano a mano de Isi. Corrió, corrió y corrió el 7, hasta llegar a la frontal, donde la inteligencia artificial le dio un 12% de posibilidades de marcar. Se desconoce si en ellas estaba la opción de que el zurdazo le saliese notablemente centrado y aún así, superase a Remiro. Todo mal en la Real; todo milagroso en el Rayo. Que miró al marcador y se vio ganando 0-1. Se los frotó varias veces. Tanto, que dejó de ver unos segundos y entonces, le llegó el revés.
El golpe de realidad
Su gran problema es que le duró poco: a los pocos minutos, Sorloth remató de cabeza un centro a la espalda de Fran García y ejecutó el 1-1. Fue fugaz, sin tiempo a que fuese precioso. Con el empate en el marcador, todo transitó por la cuerda floja de Philippe Petit. Ambos quisieron ganar y ambos las tuvieron para ello. Por el Rayo, RdT, que cuerpeó con Pacheco para intentar plantarse ante el portero, pero perdió dicho pulso. Ahí pudo estar su tan ansiado gol; Vol. VIII. Segundos después, Camello entró en su lugar. Y otros pocos más adelante, el doloroso 2-1: Dimitrievski salió a por uvas en un centro desde la izquierda y propició que un cabezazo lento de Carlos Fernández perforase su jaula.
Iraola alzó los brazos, sin entender una jugada que agrietó el sueño vallecano. En apenas un cuarto de hora se pasó del delirio al desvarío. Al jaque -casi- mate a Europa. Si aún hay una pequeña posibilidad, ganar al Barcelona se ha vuelto -casi- una obligación. En esas está un Rayo que sigue teniendo fines de semana de ser su propio enemigo. De valentía, coraje, nobleza… e impotencia.