Aquella tarde fuimos uno. Un solo latido buscando un sueño, firme y acompasado hasta que ese balón llegó a Robben y durante unos segundos largos, eternos, nos hizo doler el pecho hasta el punto de que aquel músculo sano que necesita acción amenazó con saltar por encima de millones de camisetas rojas y causar una tragedia sanitaria de índole no nacional sino mundial.
Entonces tú, te lanzaste a un lado y cuando Arjen festejaba su suerte sacaste ese pie bendito, canonizable y que besaríamos en mayoría absoluta rojos, azules, morados, verdes y naran…bueno, naranjas no, y nos salvaste. Alguna arritmia, alguna taquicardia y dolor pectoral hubo, pero nuestros corazones no se rompieron y solo se quebraron de emoción al ser el primer español en tocar la Copa del Mundo y hacerla nuestra, de todos.
Hoy hemos sentido el sobresalto, pero confiamos en que, aún a contrapie, este mano a mano también lo salvas. .
Estás en nuestros corazones. Fuerza Iker.