Punto y final a una nueva temporada. Lo sé, son duros los meses sin franja, más cuando estás siendo testigo directo de la, probablemente, mejor etapa del Rayo en sus más de noventa años de historia. Los días son más efímeros sin fútbol vallecano. Sin embargo, este vacío sería mayor si el regusto del curso hubiera sido amargo. No ha sido una temporada más, pese a la ausencia de emociones rutinarias del final. Ha sido la cuarta en la élite. Si, la cuarta. Una continuidad tan difícil de conseguir cómo importante de destacar.
Tanto en el fútbol cómo en la vida, hay veces que el “susto” es el mejor termómetro de medición para valorar las hombradas de los protagonistas. Lo fue en el “tamudazo”, cómo también lo fue el curso pasado, cuando parecía semi-utópico pensar que el Rayo permanecería en primera división allá por Febrero. No, este año no ha habido “susto”, y tengo la sensación de que la ausencia de éste ha actuado a modo de diazepam entre los aficionados rayistas.
Creo que todavía no sé es consciente de lo que el Rayo Vallecano ha coseguido este año. El confort de rondar entre los puestos diez y doce de la tabla ha mutilado las emociones fuertes. Quizás pueda pecar de frío, o no, pero la realidad, a día de hoy, es que mi grado de disfrute alcanza cotas más altas cuando, lejos de depender de terceros o goles sobre la bocina, el enfoque se centra única y eclusivamente sobre el fútbol.
Es ahí donde radica el gran legado que el Rayo Vallecano está dejando en el balompié nacional. Mientras que buena parte de los clubes se encomiendan a viejas recetas y métodos del todo vale, el club dirigido por Paco Jémez está dejando una impronta que, a la larga, será recordada con emoción por todo amante de la hemeroteca futbolística. Porque este Rayo bien merece un hueco en la historia. Y es que, más allá de que la franja vaya a competir por quinto curso entre los mejores, las maneras y las formas de conseguir el objetivo tildan la empresa de algo más próximo a la leyenda que a la mera casualidad. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”110px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] “Jémez está dejando una impronta que, a la larga, será recordada con emoción por todo amante de la hemeroteca futbolística“ [/dropshadowbox]
Soy de los que piensa que el fin no justifica los medios. Por ello, me congratula sobremanera haber podido topar con el Rayo en la que és, seguramente, su etapa más brillante a nivel deportivo. Esta temporada ha sido la consolidación de que lo atractivo atrae. Sí, es una afirmación absurda sobre el papel, pero es un cuaderno de ruta cada vez menos utilizado en los tiempos de hoy.
De hecho, pese a la contradictorio que pueda suponer, lo atractivo ha sido sustituido por el resultado final en aras de una atracción vacía. Por eso, creo que este equipo es mucho más que un simple club de fútbol. Este Rayo engancha, enamora. No hay más que recapitular algunas de las citas de los jugadores al término del último partido frente a la Real Sociedad. De cómo Cristian Álvarez se arrancaba a cantar “La vida pirata” con los hinchas rayistas. De ver como Gael Kakuta ha necesitado solo nueve meses para quedar prendado de este club. Al igual que a más de uno se le pondría el vello de punta al escuchar a Alberto Bueno despedirse de la afición en los micrófonos de Unión Rayo. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] “Una química afición-jugadores difícil de encontrar en otros equipos“ [/dropshadowbox]
Una química afición-jugadores difícil de encontrar en otros equipos donde, la accesibilidad a los protagonistas,es un campo de minas. Momentos que quedarán grabados en la mente del hincha. Aquellos que, pase el tiempo que pase, el aficionado vallecano rememorará y contará con la misma nitidez del que lo ha vivido hace apenas unas horas.
De cómo un francés con nombre de actor hacía levantar de las butacas fin de semana tras fin de semana a los aficionados. Además, algunos pensarán que, definitivamente, el elixir de la eterna juventud es una realidad. Y es que la temporada bajo palos de Toño, bien merece el beneficio de la duda. El regreso del hijo pródigo y su noche mágica ante el Athletic. El tuteo de los primeros cuarenta y cinco minutos al Real Madrid. El “Manuchazo” nazarí, la noche mágica de Aquino –lástima su progresión posterior- ante el Atlético de Madrid, la eterna clarividencia del espigado capitán. Pero sobre todo, hay un momento que quedará grabado por encima de todos estos. La tarde en la que un jugador del Rayo hizo un póker de goles en primera división. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”90px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] “La temporada de Bueno merecía ser finiquitada con el Zarra y la convocatoria de la Selección“ [/dropshadowbox]
Aquel día, Alberto Bueno no solo le hizo cuatro dianas al Levante, si no que se ganó por siempre el corazón de una afición que nunca dejó de venerarle. Su temporada bien merecía ser finiquitada con el trofeo “Zarra” y la convocatoria con la selección española, pero bien sabe el de Moratalaz que lo que no está a su alcance no se puede controlar.
Finaliza la temporada. Entramos en periodo de entradas y salidas. Momento de volver a reinventarse. Una reinvención que, siempre será más sencilla cuando partes desde un sobresaliente.
Antonio Morillo (@AMorillo17)