Es habitual. Es persistente. Es una situación que se da año tras año. Jugadores que han sido pilares esenciales con la franja al pecho se marchan de Vallecas. Toca despedirse.
La capacidad que tiene la afición del Rayo Vallecano para rehacerse es inmensa. Todos los veranos toca olvidarse de unos nombres y aprenderse otros nuevos. Más de los que deberían. Así es el fútbol (negocio). Ayer fue Raúl de Tomás y mañana serán otros tantos.
Cedidos y más cedidos. Fichajes y más fichajes. Y los que quedan. La única que no falla es la afición. No es una crítica, es una realidad tan palpable como irremediable. Y es triste, sobre todo para el niño o el joven aficionado vallecano que no entiende como puede haber algo mejor que jugar ahí abajo, donde él siempre ha soñado.
De todas formas, no estaría de más algo de cariño. Comunicado en redes sociales declarando amor eterno al blanco y ni una mención a la que ha sido tu casa durante una temporada entera. Está feo. ¿Quién sabe si tendrás que volver algún día? Cierra la puerta pero no lo hagas con llave.
Quizá haya sido lo único que haya hecho ‘mal’ en toda la temporada. Lo has dado todo en la Albufera, y eso no te lo niega nadie. Pero no hubiese estado de más.
Tampoco has confirmado que no vuelves aquí. No te has despedido… ni has dicho que te quedas… así que supongo que hasta luego.