Todo en la previa hacía indicar que no sería un partido más. La suspensión del encuentro ante el Albacete marcó un fin de semana extraño. Jémez lo dejaba claro en rueda de prensa, no quería distracciones y, fue más allá, aseguró que no valían excusas. Sólo clasificarse.
La alineación, con Abdoulaye Ba en el centro del campo, pintaba bastos en una baraja envenenada. Tarazona, tierra de Tercera División, escondía más Ases de los que se podían imaginar. Y la partida fue más que complicada.
Se puede -y se debe- decir sin ningún pudor que el Tarazona fue superior en la primera parte. Los locales forzaron a Morro a demostrar que es un portero más que válido para el primer equipo. En ataque, Andrés Martín estrelló un balón en la madera y Piovaccari, punta titular, como viene siendo habitual esta temporada, no apareció.
Para más ende de una eliminatoria con tintes anómalos, Paco Jémez fue expulsado. El entrenador protestó ‘airadamente’ una amarilla Luna, vio la cartulina, siguió protestando y vio la segunda. Directo al túnel de vestuarios.
La segunda parte mantuvo el guion. El Rayo fue inferior y Morro tuvo que salvar los muebles de un equipo sin suelo ni techo. La más clara, en un mano a mano tras un error de Saveljich que desvió con un paradón. Enmudecía Aragón; sufría Vallecas.
La entrada de Pozo y Embarba dio algo más de aire un equipo asfixiado en lo deportivo. Pero aún insuficiente. El Tarazona lo estaba mereciendo, acosaba la meta rival, apenas sufría atrás y perdonaba, tal vez como consecuencia del nerviosismo de la situación, el gol.
Los últimos minutos del partido fueron frenéticos. Juanma tuvo la más clara para el Tarazona en un balón que quedó franco en el área pequeña. El jugador del Tarazona estaba solo, completamente solo, en el área pequeña y la mandó fuera. La Navidad y sus milagros.
No había goles, apenas había fútbol por parte de los vallecanos, que encontraron en Joni Montiel (sustituido en la segunda parte) y Andrés Martín resquicios de ‘algo’. El fútbol dictó sentencia; dictó prórroga.
A los 2 minutos de arrancar el tiempo extra llegó el gol, en fuera de juego. El guardameta del Tarazona cedió un rechace que Echarri se encargó de mandar al fondo de la red. Cantaban los vallecanos desplazados a Aragón, pero el linier levantó la bandera. No vale, fuera de juego.
Poco después, la réplica local. Martín erra en la salida de balón, Juanma dispara casi desde el centro del campo y Morro, de nuevo salvador, vuela para tocarla con la yema de los dedos, mandarla al larguero y evitar el gol.
El partido ya parecía un decimosegundo asalto de boxeo, con los participantes fatigados, cansados y peleando con más corazón que cabeza. Ambos equipos las tenían, pero no había pólvora.
El Rayo gastó su cuarto cambio (el adicional que concede la prórroga) en meter a Milic por Martín. El croata, que no había calentado ni un solo minuto, se puso la ropa rápidamente y suplió a un Martín que encadenada varios errores en la prórroga. Buen partido del canterano, al que los nervios casi pasan factura en el tiempo extra, pero el balance es positivo.
Embarba, en una caída en el área, reclamó penalti. El árbitro no lo señaló y los jugadores franjirrojos enloquecieron. La eliminatoria parecía abocada a la lotería de los 11 metros.
El fútbol es tan caprichoso como injusto. En el último minuto de la prórroga, literalmente, Óscar Valentín recogió un balón de Piovaccari para marcar el único tanto del partido, enmudecer Tarazona y sellar el pase a la próxima ronda. El centrocampista firmó la sentencia de un Tarazona que luchó hasta el final, lo dio todo, remó contra viento y marea y acabó muriendo en la orilla. Mención honorífica a los aragoneses por el esfuerzo y la garra. Merecieron más.
Los penaltis parecían lo más justo, pero el Rayo encontró premio in extremis y estará en el próximo bombo copero. Tarazona fue una pesadilla de mal gusto. Vallecas despierta y, ya, a pensar en Las Palmas.