Cuando era un chaval me gustaba leer las sinopsis y las críticas de las pelis que ponían en la tele. Esa penúltima de los periódicos era auténtico oro.
Allí conocí términos como “peplum”, “destape”, “bodrio” o “western crepuscular”.
Ultimamente y cada vez más, cuando veo jugar al Rayo Vallecano, me acuerdo mucho de esas críticas y esos “palabros”.
La franja de hoy en día es un western crepuscular. Hay tiros, violencia, duelos, algún sheriff, forajidos, guapos, feos y malos. Si le añades un rival como el Almería que tiene desierto y buenos tiradores podrías pensar en un Spaghetti Western, y a punto estuvo de serlo si Piovaccari hubiera alojado su remate en el calabozo de los perdedores, las mallas de una portería, pero no, la tarde no pintaba para eso.
El partido fue crepuscular, y como a mí no me gusta Pattinson y compañía tendremos que hablar de “Sin Perdón”.
Sín perdón el Rayo hubiera derrotado al líder Almería, incluso la franja tiene un Eastwood, un Freeman y un Hackman, pero no fue suficiente. Clint ganó Oscars por su peli, pero fue en 1992. Paco, nuestro Harry Callahan, rodó con nuestro equipo Gran Torino, Million Dollar Baby, Harry el Sucio, La muerte tenía un precio, Fuga de Alcatraz e incluso Los Puentes de Madison, pero ahora ha salido Mula, que no convence a nadie.
Los chicos de Jémez tuvieron al Almería desarmado, sin chaleco y a distancia de tiro pero no afinaron los disparos hasta que, tras el descanso y una buena llegada, el vaquero René quiso frenar al indio Ulloa, chocaron y el balón llegó a Santi Comesaña, que hirió gravemente al equipo de camiseta indescriptible alojando el balón en las mallas (1-0).
El Almería amenazaba con fogueo y los sheriff del Rayo, en lugar de meter a sus esbirros en el calabozo escondiendo el balón se puso a dar tiros al aire. En una de éstas, la zaga rayista se lió. Uno llevaba los donuts, otro el café, chocaron , regalaron el balón y Alberto vio como le ubicaban una picadita en su meta. (1-1).
Fueron setenta minutos de control y veinte en los que los malos pudieron llevarse la victoria a poco que hubieran tenido acierto, pero el sheriff de la contienda decidió que no merecía la pena ahondar en la agonía de los aficionados y decretó el final del duelo con resultado de empate para decepción general . Se quería ver sangre,esfuerzo, sudor y lágrimas , pero esa no era de Eastwood sino de Churchill en plena segunda guerra mundial.
Nos falta tanto la épica…