Hay frases que se te quedan grabadas en la mente sin saber demasiado bien el motivo. Escribió J.G. Ballard que “el organismo humano es una exhibición de atrocidades”. No entendí la frase hasta hoy. El autor de la misma falleció hace diez años y por suerte para él no tuvo que padecer el suplicio de mas de hora y media perpetrado por el equipo local, escuadra con hechuras de primera y exceso de ternura y el visitante, conjunto con nivel de Segunda B y al que se le vieron las costuras.
Siempre imaginé el campo de Vallecas como un enorme pulmón conectado con su gente por un solo corazón. Ese corazón no latió hoy y ese pulmón está enfermo. En realidad es un totum revolutum con problemas respiratorios, circulatorios y en el sistema excretor. El jefe del gabinete médico, a pesar de ser privado, pasa del tema y lo cura todo con gárgaras de miel y limón. Hace su trabajo tan mal que las malas lenguas dicen que solo es “practicante”, incluso dudan de que su licencia para ejercer la “medicina” sea legal. El precio del seguro ha subido este año a pesar de dar peores servicios y se establece un copago para las especialidades femeninas.
El campo de Vallecas sintió afectadas su cuerdas vocales y los jugadores de la franja lo notaron. Entraron en juego los viejos vicios y banalidades y como adelantó en Twitter horas antes Antonio Baeza, un balón cruzado sin sentido terminó en injusta penalidad para Martín Pascual,zaguero , canterano y debutante con 20 añitos recien cumplidos que tuvo que sacrificar el día mas feliz de su carrera para evitar un seguro gol del Mirandés.
Cuando la renqueante grada terminaba de enjugarse las lágrimas el conjunto burgalés se adelantó por medio de Alvaro Rey (0-1)
Fue un palo, pero no el primero. Saveljich había cabeceado justo antes al travesaño rojinegro.
Pareció el inicio del fin pero solo fue el comienzo de una serie de penalidades y enormes atrocidades. Las primeras, las de la zaga de Anduva, que “anduva” (perdón) de Miranda mientras Alvaro García mutaba en Advíncula( por la velocidad y la torpeza en el centro) y remataba la faena con la zamorana (todo muy castellano) de Carlos Julio Martínez, defensor mirandés con nombre de actor de telenovelas que un rato después protagonizaría un drama para su equipo, pero no nos adelantemos.
PemBarba empató el choque y el Rayo se entonó, dió tres pases seguidos y el visitante pareció un equipo muy menor(1-1) .
Diez minutos después Embarba culminaba una auténtica Cinta de Moebio (si no me creéis ved películas de David Lynch y culturizaos , leñe) y encontraba el camino de la victoria en esta “Lost Highway” que parece será la estancia del Rayo en segunda. Esta vez Pozo lanzó y Sergio puso las manos para un nuevo máximo castigo. El portero tocó el disparo desde los once metros de Adrián, pero no pudo atajar. La vida le dio Limones (vale, ya paro).
El partido transcurrió con los sobresaltos típicos del Rayo de Jémez que juega siempre como si tuviera dos hombres mas en el campo y compitiera contra los infantiles del ADEPO hasta que Carlos Julio, lateral dominicano del Mirandés entendió mal el mensaje del mister Iraola y quiso convertirse en Daniel San. Dió cera, pulió cera y terminó con una patada que ni Ralph Macchio a cargo del señor Miyagi. Tengo un amigo inglés que seguro que pensó para él “Dominican Don´t Play”. (Un abrazo , Paul Reidy). Otra penalidad.
Se llegó al descansó con dos expulsados, dos penaltis por mano y la sensación de que la franja tenía a su alcance los primeros tres puntos de la temporada (anda que elegí mal el título).
Nada mas lejos de la realidad. Salió Mario Suarez para controlar y una de sus primeras acciones fue vigilar con la mirada el golazo de Andrés desde fuera del área (2-2).
El Rayo lo intentó con la juventud y osadía de Akieme (lástima que todos sus centros fueran con fuerza sobrehumana), el morro de Bebé y el arrojo y lucha esteril de Piovaccari pero no dió para más que provocar frustración y melancolía , la de no vencer a un equipo honrado, trabajador y sacrificado pero justito y flojo hasta la desesperación.
Podríamos haber llamado a este partido “La parada de los Monstruos”, pero Tod Browning ya lo usó para su peli de 1932 y a Doña Prudencia le sentaría mal.
Dicen que queda bien terminar con una cita. El consúl romano Cicerón se dirigió al conjurado Catilina en los siguientes términos ;”Quosque tandem abutere patientia nostra? (¿Hasta cuando seguirás abusando de nuestra paciencia?).
Lo dejaremos en “Atrocidades, banalidades y otras penalidades”.