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Betis 3-1 Rayo Vallecano: ‘Este coraje lleva a Europa’

Heliópolis vino a demostrar que en la vida, a veces, no basta con sudar, también necesitas suerte. Un pellizco, un frasco, algo. Heliópolis, hablando en plata, vino a demostrar que al Rayo hace tiempo que un tuerto lo miró como detenimiento, de arriba a abajo, deleitándose. Sólo así se explica una derrota inexplicable, tormenta en la travesía a Liverpool; pero nada más. Porque ganar era besar al Santo y perder, simplemente la sentencia a seguir remando. Tal vez por eso, o porque la convicción de que Europa era posible al fin llegó, el Rayo hizo uno de sus mejores partidos en el 2023. Si no el mejor. Eléctrico, dominador, maldito. Jugó como pocas veces y perdió como tantas: un latigazo de Sabaly digno de Puskas y tres palos. Quiso y no pudo. Pero mientras siga queriendo así, seguirá soñando.

Porque es el camino a la séptima plaza: derrochar el coraje del pelear cada balón como si fuese el penúltimo. Con el convencimiento, poco ortodoxo, de que siempre habrá uno más. Desconectarse está prohibido. Adrenalina en vena del 1 al 90′. Aunque el chute tuvo su pico en el primer cuarto de hora: el Rayo fue un absoluto vendaval. Una apisonadora que sorprendió a todos, de Sevilla a Vallecas. Se podía esperar un equipo osado, pero no así de bien plantado; sobresaliente. Era sólo el minuto 2 cuando Álvaro García rompió por la izquierda y provocó un rechace de Bravo en el área pequeña. Isi, renovado hasta 2028, la tuvo para empujarla… y la mandó al palo.

Sabalyazo

Los corazones se aceleraron tanto que dejaron de latir, para empezar a bombardear. Se había podido, se podía. Iraola, en pie, pedía más y más, sabedor de que el momentum estaba latente. Efectivamente: Isi recibió un centro raso y pudo empalarlo desde el punto de penalti. Era gol, pero no lo fue. Porque el de Cieza disparó raso y al medio, permitiendo a Bravo rozar el chut y mandarlo al palo. Segundo. Tanto perdonar es delito y el juez dictó condena. Sabaly, de la nada y sin contexto, enganchó un zurdazo desde la frontal que se volvió un Sputnik rumbo a la escuadra de Dimitrievski. Absolutamente imparable. Una maravilla digna de Puskas. Un golazo que, esta vez, sí hizo daño.

Porque el Rayo siguió siendo mejor, más presente en campo rival, pero retrocedió. Sacudido por el derechazo de un boxeador al que tenía en la esquina y dejó respirar. El paso de los minutos fue dibujando la igualdad, con un Betis poco protagonista en ataque, pero notable en defensa. Apenas tuvo que intervenir un Mumin al que Iraola parece haber nombrado titular por delante de Lejeune. Ese harakiri del Martínez Valero sigue sangrando. El Rayo, con un RdT muy combativo, se asomó sin creérselo de todo. Aún asimilando que después de todo, iba perdiendo. Frotándose los ojos.

Y en esas, le llovió sobre mojado. Justo cuando asomaba el descanso, Ayoze aprovechó un balón muerto dentro del área para empujarlo a la jaula y firmar el 2-0. Mumin perdió el salto y Balliu, la marca. Gol. La locura se apoderó de Heliópolis, vislumbrándose en Europa y mirando de reojo a la Champions (7 puntos, a falta de 12). El guion parecía de terror. Pero tras el intermedio, tornó en thriller. Porque algo debió gritar Iraola a sus muchachos, que regresaron al campo con la fe de un monje. La convicción de que un 2-0 en el Villamarín era remontable. Valentía, coraje y corazón. Que le perdone la nobleza.

Lunes de resurrección

Así, el partido entró en un torbellino de incertidumbre. De frenesí. Idas y venidas sin parar. Porque Comesaña, en el 52′, enganchó un cabezazo dentro del área para poner el 2-1 y ejercer de desfibrilador. De repente, surgió un monopolio. Rayomanía. La afición local entonaba pitos de nervios mientras veía a la Franja buscar el empate. Lo tuvo en las botas de Trejo, cuyo derechazo desde la frontal se estrelló en el larguero. Tercer poste del Rayo; ya saben, el tuerto. Más, más y más. Porque Iraola dio entrada a Camello para jugar con dos puntas y dio orden a sus extremos de ceñirse al ataque. Vivir a corazón abierto. También acabó entrando Falcao. All in. Y así murió el Rayo, de pie.

Luchando con todo por un empate que no llegó. Con el Betis mirando al crono y Bravo rascándole minutos (vio amarilla), la recta final se jugó en la bañera de Psicosis. Del pavor a dar un mínimo paso en falso. Pero el cuchillo del Rayo no estuvo afilado y Borja Iglesias, a la contra, sentenció. Sanseacabó. En la orilla de Normandía. La derrota confirma que Heliópolis es tierra de arte y maldición. Donde la Franja juega como nunca y sangra a borbotones. De donde salió a sólo 2 puntos de Europa, con 12 por jugarse. Le quedan cuatro finales y afrontarlas con el pundonor de este lunes, es el derrotero. Creérselo e ir a por ello. Europa llegará o no, pero sí hay un camino, es jugar, vivir, con este coraje.

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