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Cádiz 1-0 Rayo Vallecano: ‘Una Tacita de amargura’

Por Carnaval, el Rayo Vallecano se disfrazó de humano. Volvió a perder lejos de Vallecas, en Liga, tras 170 días invicto. En ningún momento fue ese equipo dominador y vertical que acostumbra. En ningún momento tuvo al Cádiz -verdaderamente- contra las cuerdas. En ningún momento fue el temible EuroRayo. Y en ausencia de ADN, cualquier cerro se vuelve un Himalaya. Porque el Cádiz tampoco relució merecimientos para tumbar a su rival -lo cierto es que el empate a cero habría sido lo más justo, por la triste incomparecencia ofensiva de ambos-, pero supo aprovechar ese pequeño despiste que la Franja tiene en cada partido. Esta vez fue Sergi Guardiola quien le ganó la espalda a Catena y marcó por el primer palo. Todo amargo para un barrio que se jugará una palma del sueño, el próximo domingo, contra el Athletic (y sin Catena). Sexto contra séptimo. Ahí es nada.

Minuto de silencio antes del partido. (Fotografía: LaLiga)

El Cádiz encadena nueve partidos sin perder en el Nuevo Mirandilla (desde el 10 de septiembre, hace 168 días). Tras perder las tres primeras jornadas, alguien en la Tacita debió tocar el botón verde y, queriendo o sin querer, elevó los muros de lo que se ha vuelto una fortaleza. Nadie la derruye, nadie puede. Tampoco el Rayo, uno de los mejores visitantes de Primera: llevaba seis salidas consecutivas sin caer. Delirante para un equipo que, hace no mucho, era cerámica blanda cada vez que salía del barrio. El Almería le tocó la fibra el 8 de septiembre (hace 170 días) y desde entonces, se ha vuelto saqueador de puertos ajenos. Esta vez la misión era morrocotuda. Ganar donde nadie estaba haciéndolo.

RdT-Camello

Y para intentarlo, Iraola sorprendió: RdT y Camello, juntos en punta. Paso atrás para un Trejo cuya varita lleva tiempo expulsando pocas chiribitas. “Es normal que en algún momento de la temporada baje un poco su rendimiento; no se puede estar al 100% todo el año”, dijo Iraola en rueda de prensa, echándole un capote. Hasta los mejores magos a veces pierden el gorro. Pero la decisión, probablemente, ya la tenía tomada. Lo cierto es que no terminó de surtir efecto: el Rayo, que viene rozando un 60% de posesión por partido, se fue al descanso con un tímido 53%. Síntoma delatador de un equipo que no dominó, que no sometió.

Dimitrievski bromea con Roger, antes de un córner. (Fotografía: LaLiga)

“Los dos jugamos por las bandas, así que la clave estará ahí”, añadió Iraola en la víspera. No cabe duda que aquella conferencia fue más un trampantojo que otra cosa. Porque si algo fue opaco en la primera parte, fueron los costados. Tal vez por eso, los primeros 45 minutos fueron más una pasta de un fluido. Dos equipos que en el fondo quisieron, pero no se atrevieron. El Cádiz aprovechó el calor de los primeros 15 minutos para intimidar a Dimitrievski, pero sin ser capaz de sobrepasar a un notable Catena. Y tras sacudirse los escombros, despertó el Rayo, que volvió a demostrar aquello de que tiende a hacer mejores segundos tiempos que primeros. Esta vez, el listón estaba bajo.

Judo a Catena

Antes del descanso, el cenital fue un polémico penalti no señalado sobre Catena. Vasto gris que sembró incredulidad. Luis Hernández primero lo agarró, acto seguido le tiró de la camiseta y por último, lo derribó con una llave de judo. Una decisión incomprensible por parte de los árbitros, que no lo señalaron ni en directo ni en el VAR. Nada, sigan. Ese tipo de acciones sí se han penalizado en algunos partidos y ahí reside el gran problema: sigue sin haber un criterio único y claro. Los grises, pese al VAR, siguen siendo una tirada a la ruleta de la fortuna. En algunos se entra y en otros, no. Esta vez al Rayo le salió impar. Segundos después, gol anulado a RdT por fuera de juego (muy claro, no hubo debate). El tercero que le invalidan en dos meses (la duda es si hacía falta tocar ese balón, o el taconazo de Comesaña ya iba para dentro). Es lo que tiene la ansiedad por rugir. Se le palpa.

Espino e Isi pugnan por un balón. (Fotografía: LaLiga)

Perdió Iraola a Comesaña en los primeros minutos de la reanudación: Alcaraz, de manera totalmente involuntaria, le pisó la oreja causándole una fuerte herida. Aparatosa, pues sangró durante varios minutos y alarmante, pues no le dejó continuar tras intentarlo. Entró Unai López, con el que la Franja fue más de lo mismo: superior, pero no lo suficiente. En ese atasco no le quedó otra al de Usúrbil que agitar la coctelera: Pathé Ciss y Trejo, de golpe; por Óscar Valentín y RdT. Ahí el Rayo sí empezó a ser un equipo más reconocible, encontrando más la velocidad de sus bandas y las segundas jugadas tras centros. Una fórmula que regaló un disparo potente de Unai López (a las manos de Ledesma). Que subió las pulsaciones.

Guardiola, amigo-enemigo

Y justo cuando parecía enseñar colmillos, se mordió el labio. El clásico parpadeo -un segundo de desconexión-, en el que todo se derrumba. Esta vez fue Sergi Guardiola quien le ganó la espalda a Catena con insultante facilidad, se plantó ante Dimitrievski y marcó por el primer palo. Gol y perdón (se disculpó públicamente, respetando su pasado con la Franja). Pero el daño ya estaba hecho. Y no tuvo arcén el Rayo para reaccionar. Ni con los 9 minutos de descuento que se añadieron y acabaron siendo casi 13′. Agua. Porque un pelotazo de Pathé Ciss a una espectadora detuvo el choque y prolongó un añadido que se hizo eterno. Reclamaron los vallecanos un penalti en el último minuto por juego peligroso de Luis Hernández sobre Andrés Martín (no pareció; desde luego, contacto no hubo). En casi dos horas de fútbol, cero goles. Derrota merecida.

Sergi Guardiola, tras marcar el gol de la victoria. (Fotografía: LaLiga)

Achucharon, apretaron y lo intentaron sin pólvora. “Si hay que perder, al menos que sea así, con la sensación de que el rival acaba encerrado en su propia área”, dijo Balliu en la entrevista pospartido. Cuando ya se había confirmado el tropiezo. Cuando Catena, de manera ridícula e innecesaria, ya había visto la segunda amarilla por cortar un contragolpe: no estará en la final de la próxima semana. Perdió Vallecas. Esa Torre de Pisa que empezaba a disfrazarse de rascacielos, volvió a su torcedura habitual. A ser humano, a ser el Rayo. Un pequeño pupas que se jugará cuarto de fantasía el próximo domingo, cuando el Athletic atracará en el Puerto de la Karmela. Sexto contra séptimo. Partido al rojo vivo para medir si el Santa Inés, además de navegar, sabe volar.

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