No fue la noche; no era el momento de LaLiga. En Vallecas, desde que Alaska, de manera poco ortodoxa, sacó la bola del Betis, sólo se ha pensado en ese todo o nada. En la Copa. El cuerpo estuvo en Vigo, pero la mente no. Más que un partido fue un trámite. Y en este momento, con la eliminatoria más importante del Rayo Vallecano en toda su historia a cuatro días vista (permiso concedido por aquellas semis europeas ante el Alavés, claro), no existía opción de alguna de cambiar el chip y ponerse a pensar en celeste. El presente es la Copa; el todo es la Copa. Esa es la realidad. Consecuencia inevitable, claro: el huracán vigués magulló al ilusionado Rayo.
Los de Iraola, entre rotaciones (Óscar Valentín, Trejo, Isi y Falcao fueron suplentes) y cábalas, no fueron ese equipo dicharachero que acostumbra. Nteka en banda sigue sin transmitir sensación de verdadero peligro y Sylla, pese a que en 24 horas ya se aprendiese La Vida Pirata, necesita unas cuantas más para conocer a sus compañeros. Los problemas de juego pasaron a serlo también de plantilla cuando Unai López se lesionó en un mal gesto: entró Trejo. Y con el Chocota la tormenta pasó a ser lluvia, aunque no por mérito suyo (cuajó un partido bastante malo, pidan un deseo). El vaivén de ocasiones estaba favoreciendo a los de Coudet, pero desde su entrada, por X o por Y, el Rayo ganó presencia en campo rival y firmeza atrás. De hecho apenas sufrió, pero se hizo un harakiri para regalarle al Celta el primer tanto.
Dimitrievski salió mal de puños y dejó el balón muerto en el área, permitiendo que Brais Méndez soltase su látigo y marcase por el único hueco que había entre el portero, Catena y el poste izquierdo. Un error y un golazo. En la primera parte la Franja tuvo dos, una por medio de Alvarito y su intento de vaselina con la pierna mala… Rumbo a la grada, y otra a través de Sylla, errático por alto al quedarle el balón demasiado arriba. Nteka, antes de cerrar el primer capítulo, reclamó penalti por una caída de Cervi sobre su pierna izquierda. Muy liviano, nada.
En la segunda parte, como en la primera, hubo más ruido que nueces. Mucha dureza en los choques, muchas llegadas a las áreas, pero pocos remates, muy pocos. Tanto Dituro como Dimi tuvieron una recta final moderadamente tranquila. Lo cual habla mejor del Celta que del Rayo, pues se suponía debía avasallar para rascar al menos un empate. Iraola, tal vez en un ejercicio de pisar tierra, introdujo de una tacada a tres titularísimos como Óscar Valentín, Isi y Falcao. Inyección de chispa para poner en marcha la maquinaria. Para parecerse de nuevo al ‘EuroRayo’ del hace unas semanas se hablaba por Aigburth.
Hubo hasta dos para empatar. Comesaña, tras una triple pared, se fue al suelo en el momento del centro, del pase de la muerte; y Falcao, poco después, enseñó la garra con un derechazo a la mediavuelta que despejó Aidoo en el área pequeña. Los últimos compases pintaban a sufrimiento local, pero Brais Méndez frotó su lámpara particular y con un taconazo en el primer palo, sorprendió a Isi, su marca, Falcao, hombre del primer palo y Dimitrievski. El balón fue a la jaula y el Rayo, a la lona. No llegó ni tan siquiera el de la honra, que estuvo más cerca que nunca con un cabezazo de Sergi Guardiola en el segundo palo directo al travesaño. Pitó el árbitro. Borrón a LaLiga. A este trámite.
Qué pase la Copa. La historia.