La primera regla de Vallecas, es que la entrega no se negocia. Y la última. Es un mandamiento que está tardando en adornar el túnel de vestuarios; la vena por la que circula la sangre de una Franja que, siete meses después, volvió a latir ante su gente. La última victoria en el barrio databa del 2 de febrero (1-0 al Mallorca en Copa). Han sido diez partidos seguidos de sequía, ya pasado. Porque Iraola recuperó la garra de su equipo, ese estilo valiente, agresivo y con carácter. Un León de Nevir capaz de descuartizar al de la Metro-Goldwyn-Mayer como si fuese un gatito. Equipazo con personalidad, físico y algún moratón misterioso. En una semana de puñetazos y cabezazos, si le preguntas, te dirá que la solución a los problemas es luchar. Y sonreirá.
Porque qué bien juega el Rayo cuando juega valiente. Cuando no hay temor a dar un pase de 60 metros y fallar; a encarar y perderla; o a disparar y mandarla a Teniente Muñoz Díaz. Entender que el error es, inevitablemente, parte del camino al éxito te hace soltarte. Y sin miedo (¡sorpresa!), las cosas salen. Entre ellas, una caracoleo por la izquierda que forzó la falta del primer gol. Era muy escorada, así que el camino pasaba por sorprender. Dicho y hecho.
Trejo sirvió un balón tenso al primer palo e Isi, apareciendo como un relámpago entre las torres valencianas, lo fusiló de primeras. Grito de rabia y celebración recogiendo melocotones. Vallecas le quiere tanto porque es lo que se hace querer. Y ahí se desató el vendaval de un Rayo insultantemente superior hasta el 40′. No existió el Valencia, anulado por una presión intensa (liderada por un excelso Óscar Valentín) y una intensidad de vértigo.
Trejo, tras una recuperación en campo rival, perdonó el 2-0 a bocajarro. Y Camello, intrépido para intentarlo incluso desde lejos y con la pierna mala, regaló varias fotos a Mamadarshvili. El descanso recargó las pilas de un Rayo desfondado, pero decidido a no levantar el pie del acelerador ni un poquito. Trago de agua y al ring. De vuelta para el segundo, un guiño de la Virgen de la Torre en plenas fiestas. Córner de Isi y gol en propia de Nico. Locura en las gradas, que inyectaron aún más adrenalina en su monstruo, pidiendo el tercero. Nadie quería sufrir, pero eso parece un imposible.
Gattuso quitó a Nico para dar entrada a Marcos André, el renegado. Era la opción A para la delantera y llegó a haber acuerdo entre clubes para su traspaso (el 50% de los derechos por unos 5 millones), pero el jugador lo frenó todo. Rechazó a la Franja por activa y por pasiva. No quiso venir a Vallecas y esta le hizo saber que quien no le quiere, ahora, es ella. La melodía de viento precedió un pequeño arreón del Valencia, mejor con dos delanteros y el joven Kluivert en banda. Pero insuficiente.
Pathé Ciss, Unai López, Nteka y Falcao oxigenaron al equipo para aguantar en los minutos finales. Samuel Lino fue la dinamita de los minutos finales y Diahkaby, el denotador, con un cabezazo en el 94′ que pintó de gris el camino de baldosas amarillas. Pero la herida sólo quedó en eso. El Rayo, 220 días después, volvió a ganar en casa. Punto y final a la crisis.