
El Rayo Vallecano tiene un embolado con los penaltis: ya van tres en cuatro partidos. Muchos. Demasiados. El Santa Inés tiene buena madera y notables marineros, pero arrastra un ancla que le hace perder velocidad; puntos. Si en Sevilla fue un agarrón de Luca y en San Sebastián una mano de Balliu, sobre el verde del Ciutat le tocó a Pathé Ciss. Hat-trick de inocentadas para manchar un currículum rescatado por el coraje de una Franja. El nunca bajar los brazos. Resistir hasta el 96′. Y un heroico Sergi Guardiola.
Porque, harakiris aparte, la Franja fue muy superior. Las tuercas van estando apretadas y se ve un equipo descarado, bien trabajado, pero adicto a dispararse en su propio pie. El Rayo, en la primera media hora, tuvo hasta tres clamorosas para adelantarse: un mano a mano de Nteka, un disparo de Isi al palo (desviado por Campaña) y un zambombazo de Trejo. Por no hablar de la chilena de Alvarito y el cabezazo, en los primeros compases, de Randy. Una tras otra, perdón tras perdón. El partido, salvo por la lesión de Merquelanz, pintaba a sobresaliente.
Y es que el Levante, que encadenaba 11 sin ganar (entre el cierre de la temporada pasada y el pregón de esta), extendía su paraguas para resguardarse del chaparrón. Sin saber qué hacer. Aguardando un milagro… Que llegaría. En un centro a balón parado Ciss fue empujado por la espalda y, en un intento de exagerar la supuesta falta, extendió los brazos y saltó hacia delante, con la mala suerte de que el balón, tras rebotar en su cabeza, le dio en la mano. Alberola Rojas fue al VAR, vio la acción durante casi dos minutos y señaló penalti. Lo marcó Roger, engañando perfectamente a Dimitrievski.
Lejos de echarse al suelo y llorar la herida, el Rayo se pintó dos rayas en la cara y volvió al campo con hambre de remontada. Como si la charla de Iraola en el descanso se hubiese limitado a entonar un A Las Armas al unísono. Y aprovechándose de las salidas en velocidad y la batuta de Trejo, se jugó a lo que quiso el cuadro vallecano. Fue casi tiránico. La medicación, adrenalina en vena, tardó en dar resultado. Nteka estrelló un balón en la madera y Comesaña no logró dirigir su disparo desde el área pequeña.
Reía Iraola con una de esas sonrisas que reflejan incredulidad. Un “¿qué más tenemos que hacer?” sin palabras. Buscando nuevas fórmulas debutaron Unai López y Sergi Guardiola, que a la postre sería el héroe. Como aperitivo tuvo una clarísima de cabeza dentro del área. Nada, no era la tarde. También se animó Isi desde la frontal, obligando a Aitor a volar sin motor. La penúltima se la adjudicó Bebé con un misil desde 30 metros, marca de la casa, que se estrelló en Malsa.
Y como una Franja nunca se rinde, el milagro llegó en el 92′, cuando Sergi Guardiola empujó dentro del área un centro raso durísimo. Locura en el banquillo, piña en el córner y pitada en la grada. Los casi 13.000 levantinistas recogieron sus pertenencias y enfilaron, contrariados, las salidas del estadio. Los jugadores locales, agarrándose al único clavo ardiendo posible, pidieron fuera de juego previo de Bebé, pero el VAR confirmó que no (por poco, todo sea dicho). Fue el decreto final a un partido de mando dictatorial. La prueba de que ser del Rayo y resistir son sinónimos. Este equipo va sobrado de fútbol y coraje. Y con esas dos cosas por bandera, todo es posible.
