Ya lo avisaba Pepe Mel en la previa del partido ante el Rayo Vallecano: “la gente se va a divertir”. El partido tenía más alicientes casi que jugadores. Por un lado, el reencuentro de los dos entrenadores con sus antiguos equipos, algo que también se repetía con Jonathan Viera. Además, el fútbol de ambos, atrevido y valiente, prometía espectáculo. No mentía Mel.
Las Palmas comenzó siendo superior y dictando la ley en el verde de Gran Canaria. El primer tanto llegaría tras una obra maestra, digna de museo, por parte de Jonathan Viera, que se inventó un taconazo para dejar solo a Narváez en el segundo palo. El delantero disparó con la zurda y obligó a Dimitrievski a hacer un paradón, pero en el rechace marcaría a placer.
El sábado prometía fiesta con música de playoff en la isla, pero la sonata duraría poco. Embarba provocó un penalti clamoroso; Kirian le derriba dentro del área y el colegiado, Ais Reig, no lo dudó. Era el momento de los 11 metros, desde donde el capitán rayista marcó un golazo. Balón a la escuadra izquierda, imposible para un Valles que adivinó el lado.
Jonathan Viera, omnipresente, pudo poner por delante al combinado amarillo, pero su disparo de falta, desde prácticamente 30 metros, se estrelló con el larguero. Se llevaba las manos a la cabeza Pepe Mel. Descanso.
Tras el paso por los vestuarios llegaría la polémica. Trejo se fue a la calle tras ver la segunda amarilla en una jugada absurda. El argentino se lleva un balón con la mano teniendo tarjeta, es clarísimo, y ve la segunda, dejando a su equipo con diez futbolistas. Un error impropio de un jugador de su talla. Había VAR, se iba a ver.
Jémez intentó rehacer al equipo introduciendo a Saveljich por Andrés Martín, formando un extraño 5-3-2 que pretendía aportar estabilidad atrás. Una oda al dicho de “que no nos marquen y, oye, si pillamos una arriba genial, pero que no nos marquen”.
Araujo perdonó el segundo en una vaselina que superó a Dimitrievski, pero no cogió rumbo a portería. La entrada de Óscar Valentín por Pozo confirmaba las especulaciones defensivas. El punto, a esas alturas, ya se daba por bueno.
Los últimos minutos estuvieron en las botas de Las Palmas, que lo intentaba por tierra, mar y aire, pero se topaba, una y otra vez, con el muro de cinco defensas que había instaurado Paco Jémez.
El Rayo aguantó, logró el punto que tanto daban por bueno desde la hora de partido y se va al parón de navidades con una sensación extraña. Las uvas en Vallecas tendrán un sabor especialmente insípido. El equipo no carbura, no ilusiona y lo extradeportivo, no ayuda.
No habrá más franja hasta el año 2020, en concreto hasta el 5 de enero, cuando el Girona visitará el Estadio de Vallecas. Casi quince días para reflexionar, meditar y cambiar, cambiar muchas cosas. Casi quince días para, también, desconectar. El Rayo se tomará las uvas más cerca del descenso que del playoff.
El 2019 ha sido un año, desde luego, para olvidar.