Presa no entiende lo que es el Rayo. Eso, o no le gusta tal y como es. Pueden ser las dos. Pero sólo así se explica que alguien quiera tirar por la borda el tesoro de tener un estadio en pleno barrio. A tiro de soportal. Y con esa esencia única. Si preguntan por las calles, les dirán que no quieren uno con 40.000 asientos, a las afueras y, visto lo visto, con el aburrido diseño que los modernos tienen hoy en día. Planos, fríos, con un espectáculo de luces que ya no impresiona ni a los críos. Son todos iguales, tan grandes por fuera y tan corrientes por dentro. Vallecas adora su Vallecas. Su singular estadio de tres gradas y palco de siete balcones. Pero se lo quieren arrebatar. Y o despierta, o lo harán.
Es la realidad. Si de quienes mandan depende, el Rayo cambiará mucho. “Estamos hablando con el club para buscar una nueva ubicación, porque cada vez es más insostenible que siga en Vallecas. Nos dicen que ya han visto una serie de terrenos. La idea es cederlos y que ellos costeen el nuevo”, fueron las palabras de Ayuso en AS. No es un farol, el asunto va muy en serio y la gente debe saberlo. Como que remodelar Vallecas es el Plan B, porque los trabajos caminan hacia sacar al estadio de donde está y hacer uno nuevo. Que Ayuso no entienda la importancia de esa ubicación para el rayismo, no sorprende a nadie; que Presa no lo haga, tampoco. Pero es infinitamente más grave.
Su Rayo es un descalzaperros. Ha sido incapaz de poner orden en los accesos del actual estadio (van años con colapsos en las puertas 15 y 17 de la Albufera, mientras el resto están vacías), ha tenido los maniquíes del escaparate de la tienda desnudos durante meses y, a 2024, continúa sin poner en marcha un sistema de venta online para las entradas. Hoy en día se accede con un QR en el móvil hasta a la función de tu sobrino pequeño en el teatro; pero para ver un partido de Primera en Vallecas, todavía hay que ir físicamente a la taquilla y llevar la entrada en mano. No se te ocurra perderla. Pues mientras todo eso -y más- está sin arreglar, se pone sobre la mesa una megaconstrucción fascinante. Esta película está más repetida que las de Antena 3. Y siempre acaba mal.
Son aires de Eurovegas. “La masa social del Rayo, por suerte, sigue creciendo. Así que necesitamos ampliar la capacidad del estadio o irnos a otro nuevo, porque este hace tiempo se quedó pequeño“, fueron las palabras del presidente en septiembre. El asunto se lleva cocinando desde hace meses, incluso años. Y no es un farol. Una remodelación del estadio es algo que la propia afición lleva años pidiendo a gritos, pero su estadio no se mueve de donde está. Sólo el hecho de plantearlo demuestra tener muy poco conocimiento de lo que es el Rayo, un club que prefiere lo sencillo, si es suyo; que lo ostentoso. El amor por una cerveza de lata, si es con amigos; antes que una artesanal en vaso de diseño.
Vallecas no es “insostenible”. Claro que no. Lo que es, es única. Si quieren, que hablen abiertamente de la avaricia por tener un estadio que permita vender más entradas e ingresar más (porque sí es cierto que el actual estadio, sólo con abonados, ya ocupa el 82% de su aforo). El margen de ingresos con entradas, en la situación actual, es mínimo. Pero explicarlo así, sería transparente. Una reforma se entendería; es la propia afición la que lleva años pidiendo cambios en una estructura del siglo pasado. Pero sólo el hecho de plantear que el estadio salga del barrio, es estar más perdido que un pulpo en un garaje. No comprender el valor sentimental que tiene. Querer muy poco al Rayo. O no entenderlo. O Vallecas se mueve, o la van a mover.