
Ruge la Ley de la Selva que se respete al león. El dilema nace, claro, cuando se enfrentan dos. Sucedió en Vallecas y lo perdonó el de Nevir, aquel que degusta gigantes desde 1924. Ya incluso antes de que se inventaran sus televisores. Empató el Rayo Vallecano un partido frío bajo un frío domingo; sin circular a todo gas, ni terminar enseñar colmillo. Sin entusiasmar. Sigue desaparecida en combate la fiereza de un equipo demasiado amigo de sus enemigos. Pero, oigan, que le quiten lo bailao: séptimo en marzo y a 2 puntos de Europa. Lo tiene casi todo un equipo al que le falta gol; que RdT se entone. El problema es que a RdT le está faltando suerte. Y en su espera, pasos firmes hacia la permanencia, pero flácidos a Liverpool.
Llegaba un Athletic ensangrentado. Tres derrotas seguidas habían encendido las alarmas de un equipo que habita en el dilema de la doble competición: apostarlo todo a LaLiga o hacerlo a la Copa. Quien poco abarca mucho aprieta y en el fútbol, quien juega a dos bandas, tiende a morir en dos orillas. Refranero impopular. Valverde, tutor de Iraola (fue quien lo hizo debutar como jugador) no tuvo dudas: todo a la Copa. Y se guardó a Raúl García, Muniain e Iñaki Williams. Rezó en varios idiomas y soltó a sus Leones en el cuadrilátero de tres gradas, donde esperaban los vallecanos con todos, menos Catena (expulsado en Cádiz).
Lo suplió Mumin, que fue de menos a más… para acabar en más o menos. Sus primeros balones se asemejaron a ese calentamiento que tendríamos cualquiera tras tres meses sin jugar (no lo hacía desde Girona, con permiso de 1’ en Pucela). Fortuna para la barriada que, a diferencia de nosotros, él pilló el toque al cuarto de hora. Y desde entonces, relució firmeza atrás y personalidad para sacar el balón. Tanta, que acabó animándose en demasía y jugando con fuego. Buena madera, pero debe limarse. Templarse. Aunque debe apuntarse lo evidente: el Athletic apenas exigió en toda la primera parte. Tampoco el Rayo.
Paradón y palazo
En 45 minutos sólo hubo dos ocasiones verdaderamente claras, una para cada lado. Primero la tuvo el Athletic, en un testarazo a bocajarro de Sancet que detuvo Dimitrievski con reflejos felinos. Paradón mayúsculo, digno de agradecimiento a la Inmaculada de Kumanovo. La Franja respondió por medio de Álvaro García, cuyo zurdazo desde la frontal se estrelló en el palo. Entre medias, un duelo vibrante Fran García-Nico Williams (anduvo sobresaliente el defensa, bailando con la más pícara), un Trejo que sigue sin ser el mago de meses atrás, pero se le va pareciendo y un Isi protagonista, pero poco efectivo. Qué apuntaría De La Fuente, desde el palco, en su libreta.
Bajo el diluvio de la segunda parte y con el crono apretando, ambos parecieron dar un paso al frente. Qué remedio. También ayudó la entrada de RdT, mucho más participativo y vivo que un Camello translúcido. No fue la noche del rock. Sonaron más los violines de Psicosis, compositores del runrún de un 0-0 tenso y extraño. Deambulante entre la euforia del cazar una, y el batacazo del que te cacen en una. Todo en un puño. La tuvo el propio De Tomás, mirado bien de cerca por un tuerto: ni con un rebote sin querer, hizo gol. Paradón de Agirrezabala.
La suerte del inocente
Fue el penúltimo susto de una noche de Halloween. Algo aburrida, pero sin duda terrorífica. Con su guinda: un larguero de Nico Williams en el descuento. Resultado de un error de la Franja en la salida de esos que, normalmente, acaban en harakiri. A eso jugó el Athletic, a esperar los errores del rival; en el fondo es lo más inteligente, porque queda demostrado que el Rayo, siempre los tiene. Pero esta vez le guiñó la diosa de la fortuna. Y Nico, con todo a favor y 14.000 almas en silencio, la estrelló en la madera. Punto y final a un pacto que, como aquel de Sabina, esta vez fue entre leones.
El Rayo que mira a la permanencia sumó un punto muy valioso. El Rayo que mira a Liverpool, falló cuando le tocaba dar un golpe sobre la mesa. Todo depende del punto de vista.
