
El Rayo Vallecano lleva 206 días sin ganar en casa. Desde el 2 de febrero, cuando las inexpugnables murallas de su fortaleza de tres gradas mutaron de roca a cerámica. Del todo a la nada, sin explicación. El ‘mejor local de Europa’ se evaporó y los carteles de ’se busca’ aún decoran la Albufera. Cambió la temporada, pero hay problemas enquistados y el mayor, es el del gol. Falcao, titular esta vez, dejó la misma sensación de querer y no poder que Camello. De estar demasiado solo en la proa de un barco con más tiki-taka que pólvora. Con mucha posesión, mucha llegada y mucho dominio; pero poca sensación de peligro real. Y para colmo, hubo un cañón apuntando hacia el interior. Ciss, el reinvento de Iraola (con Lejeune sancionado, lo escogió para ser central; por delante de Saveljich y Mario Suárez), fue el torpe responsable de que la maratón pasase de llana a montañosa.
La Franja dominaba ante un Mallorca replegado en un 5-3-2 que miraba más el estropeado marcador y su cronómetro, que a Dimitrievski. Pero en una acción puntual halló su tesoro: Pathé se relajó, perdió el balón siendo el penúltimo y propició una contra que acabó en drama. Galopada, centro al punto de penalti y testarazo de Muriqi, un delantero que costó 9 millones al Mallorca. Es lo que tiene el gol, que vale dinero. Y para tenerlo, hay que estirar la cartera. La muralla de Aguirre, ya grande, entonces se hizo enorme. Y el Rayo vislumbró que lo que tenía ante sí era la dura misión de meterle dos zarpazos a un equipo encerrado hasta los dientes. Proteger lo conseguido también es un arte, aunque pueda perder atractivo.
La ‘misión remontada’ empezó siendo liderada por un Trejo con la varita hasta arriba de chiribitas. Chocota, en algún idioma del mundo, debe significar ‘genio’. Y ‘diana’, pues sufrió hasta seis faltas en la primera parte, todas saldadas sin amarillas. Sánchez Martínez, de hecho, acabó el primer tiempo sin estrenar su tarjetero, lo que encendió -aún más- a Vallecas, que ya había transmitido su hastío hacia la directiva con una pañolada monumental en el minuto 13. De las botas de Trejo salió casi todo, un caño de película y un poste. Fue la estrella más brillante de un Rayo feroz, pero con poco colmillo. Mucha llegada, mucho centro lateral, mucho uy. Y poco gol.
Iraola agitó su coctelera en la segunda parte con un triple cambio: Comesaña (por un fatigado Unai López), Bebé (por un demasiado tímido Salvi) y Camello (sorprendentemente, por Trejo) entraron de una tacada. Este último cambio fue el más señalado; el capitán parecía cansado, pero aún con algo de cuerda. Y la decisión de retirarle fue acompañada de un cambio de esquema hacia un 4-4-2 que fracasó estrepitosamente. Tras 5 minutos de intensidad, llegó el KO. En un balón largo del Mallorca, Balliu cabeceó hacia atrás propiciando que Kang-In Lee se plantase solo ante Dimitrievski. Fusiló por el primer palo. Segundos antes, Vallecas había entonado aquello del “¡míralos, cómo se acojonan!”. Se hizo el silencio. Y cayó la noche. Bebé fue quien lo intentó con más ahínco, pero sin suerte. No llego ni un gol que calentase el horno. Fue una amarga noche de verano.
La Franja volvió a Vallecas para tropezar de la manera más torpe. Para relucir una calidad extraordinaria y una inocencia por igual. Una falta de pólvora que enfoca a la recta final del mercado de fichajes, donde aún deben aparecer 2-3 firmas. Mínimo, la de un tercer delantero y un lateral izquierdo suplente. Herramientas con las que engrasar a un equipo que ha evidenciado poder. Que ha dado argumentos para demostrar que es capaz de lo mejor (empatar -y casi ganar- en el Camp Nou) y de lo peor (hacerse un harakiri confuso ante su gente). 206 días después, Vallecas sigue de sequía.
