Amanecía tranquila la Barriada de Vallecas. La calma tensa se apoderaba de las inmediaciones de un barrio en prolegómenos de guerra. Durante el día, silencio y trabajo; por la noche, algo grande.
La franja roja se jugaba una cita con la historia: no jugaba unos cuartos de Copa desde la temporada 2001-2002. Era la posibilidad de romper 18 años de sequía en 90 minutos. O en 120.
Jémez, consciente que la fatiga arrecia y el calendario es largo, dejó en la grada a Catena y en el banquillo a los Advíncula, Trejo y Ulloa. Sobre el verde, un once alternativo con Isi en banda y Andrés en punta. Y en las gradas, cerca de 10.000 gargantas.
La primera parte repartió mucha táctica y poco fútbol, con una ocasión para cada equipo. Por el Rayo, Andrés Martín, pero desvío Andrés Fernández; por el Villarreal, Ontiveros, paradón de Morro. Lo más salvable la actitud y el hambre de Isi, que dejó buenas sensaciones en su debut. Lo peor, un Álvaro García errático e inactivo en ataque. Descanso en Vallecas.
Al igual que en los dieciseisavos ante el Betis, todo quedó para la segunda parte. El empuje inicial fue amarillo, que encontró el gol en las botas de Quintillà. El submarino parecía perforar madera con un cañonazo imparable desde la frontal, pero el Santa Inés tiene más vidas que un gato.
Con la euforia ya en Vila-Real y el varapalo en Vallecas, hizo acto de presencia el VAR. Ontiveros estaba adelantado al comienzo de la jugada, por muy poco, pero lo suficiente. Gol anulado y resurrección en las gradas.
Trejo y Ulloa entraron por Mario Suárez y Montiel, mensaje claro: paso hacia delante con la posesión y momento de ir a corazón abierto. Ya no valían medias tintas ni tareas para mañana, era el momento de apretar.
Desde el fondo se alentaba a unas gradas que recordaban al espíritu de Vallecas. El Rayo apretaba arriba, haciendo temblar los cimientos amarillos e ilusionando con otra noche grande, pero sufriendo atrás y algo nervioso con el balón.
Esos nervios, sumados al cansancio de unas piernas que acumulaban casi 500 minutos en dos semanas, acabaron costando una eliminatoria.
En el minuto 82, cuando la palabra ‘prórroga’ comenzaba a sonar entre los asistentes, llegó la ejecución. Centro raso desde la derecha que remata Fer Niño con el interior para batir a Morro por el primer palo.
Un golpe durísimo y utópico de combatir. Pero definitivo sería el derechazo de Cazorla desde la frontal para hacer gala del guante que tiene en la bota y hacer inútil la estirada de Morro.
Era el fin del sueño para un Rayo que acarició la historia con la punta de los dedos. Fue el día en que el Santa Inés casi hunde un submarino.
Ahora, la mente en el ascenso. La Copa ha servido para recuperar a Vallecas y recordar lo que es el fútbol en este barrio. La Liga dictaminará si es un espejismo o una resurrección. Toca Anduva.