Algunos insinuaron que se había ido; otros juraban que era un mito. Pero el Matagigantes siempre vuelve. Es fragmento y alma de las tradiciones de este barrio. En Vallecas las Fiestas son Paganas, los Vals de los Obreros, y a los gigantes se les aplasta. Las profundidades del Puerto de la Karmela ya acogen un nuevo corsario repleto de oro. Zarpaba de Barcelona y era azulgrana. En 90 minutos, tocado y hundido.
Iraola, que en el Villamarín yerró, esta vez dio con la tecla exacta, hacer de la bravura bandera y de la presión alta, un arte. Asfixiar a los de Koeman hasta forzarles a cometer un error en la salida de balón. Y así llegó el gol. Trejo recuperó, metió un balón en profundidad hacia Falcao y este, con menos pulsaciones que Indurain, hizo el resto.
Vallecas, casi llena hasta la bandera, se quedó en silencio. Radamel galopó a la par que Piqué, tiró un recorte y definió con un zurdazo raso al palo largo. El balón tocó madera, guiñó un ojo y entró a la jaula. En la ley de la selva -comer o ser comido- el Rayo juega con la ventaja de tener un Tigre. Y Falcao, del cual algunos decían que venía para retirarse, ya lleva cuatro zarpazos en Liga. Y sumando.
El Barça, como era de esperar, apretó en la segunda parte. Y las tuvo para empatar, pero entre sus problemas de pólvora y la firmeza rayista, el gol hizo huelga. Coutinho, con un disparo mordido, gozó de la más clara antes de que Dimitrievski se santificase. El macedonio jamás olvidará lo que hizo la noche del 27 de octubre. Y Vallecas, que lo ovacionó, tampoco.
Óscar Valentín, de forma inocente, tocó a Memphis por detrás y cometió el enésimo penalti en contra de la temporada. Muy claro, no hubo debate. Dimi, primero, fue la sombra del neerlandés, deambulando por su espalda mientras saboreaba la tensión; segundo, su vidente, avisándole a centímetros de que se lo iba a detener; y por último, su pesadilla. Lo paró. Vuelo a la derecha y cuerpo de hierro para frenar un obús.
Vallecas enloqueció, metió su cuerpo en las trincheras e inició la ‘Operación Sufrir’. Cómo ha cambiado el equipo en esa faceta, formidable: hace años se volvía un flan en los momentos delicados; ahora los torea. Pese a la solidez, el Barça tuvo dos muy francas. La primera, de Agüero con la testa (al lateral de la red), y la segunda, de Gavi desde el punto de penalti (remató mal). Fueron 8 minutos de descuento que rozaron la eternidad. Más lentos que un año en aquel planeta de Interstellar. Una oda a la angustia y resistencia. Una puerta a la historia. Pitó Mateu; ganó la Franja.
El Rayo, 19 años después, volvió a tumbar al Barcelona. Y se acostó en Europa… ¡A 2 puntos del liderato! La Vida Pirata emocionó como siempre, como nunca. Ha vuelto el Matagigantes.