El Rayo Vallecano es muy bueno en su patio, en Vallekas. Qué bonita es la vida cuando el muro de Teniente Muñoz Díaz preside los partidos de la Franja… Y que frío hace lejos del barrio. Cada jornada que pasa queda más demostrado que el equipo es un equipazo y que las opciones de ascenso son reales. Pero también que el problema de los partidos a domicilio está ensuciando un panorama reluciente. Ante el Castellón era ganar o crisis. Vencer suponía saltar el playoff; perder era encadenar cuatro partidos sin conocer la victoria. Un cara o cruz a 90 minutos donde sonrió la suerte.
Fue muy superior la Franja, que revolucionada por Iraola (salió Martos por lesión de Fran García y volvieron Óscar, Pozo y Qasmi) no dio opción alguna a su rival. El primer aviso lo puso Qasmi, rematando un balón en el primer palo y obligando al meta rival a salvar en escorzo con un paradón. Era el aperitivo. Poco después el delantero franco-marroquí dio un pase de la muerte para que Andrés Martín, solo en el segundo palo, la mandase al fondo de las mallas.
No bajó ni una marcha el Rayo, aprendiendo la lección de otras jornadas en las que anotar suponía, inmediatamente, dar varios pasos hacia atrás. Nada de eso. Aquí se buscaba el segundo. Álvaro García la estrelló en el palo poco después de que el VAR revisase un posible penalti por mano de Óscar Valentín. No hubo nada. También Señé, que con un zurdazo desde la frontal obligó a Dimitrievski a lucirse. Paradón metiendo la mano justo en la escuadra derecha. El que perdona lo paga, querido orellut.
Y Andrés Martín, esta vez recibiendo un pase de la muerte de Álvaro García, firmó su doblete justó antes del descanso. Misma rutina: pase de la muerte y remate de killer. Con esa diana el 11 igualó a Isi como máximo goleador del equipo (4)… Siendo también el máximo asistente de LaLiga SmartBank (empatado con Marc Mateu, también con 4). Pitido final y al túnel de vestuarios.
El Castellón movió ficha dando entrada a Guillem y Gus Ledes, yéndose al ataque y rompiendo la defensa de cinco jugadores. No le había dado resultado y llegados a ese punto carecía de sentido. Pero es que las sustituciones surgieron efecto. El Rayo cuajó una segunda parte irregular, saliendo al ataque, manteniendo bien las líneas y aguantando la posesión para que corriese el deteriorado cronómetro de Vallekas (no vendría mal una inversión en arreglarlo, aunque sea por imagen).
Pero los corazones se encogieron cuando Pozo cometió una mano clamorosa en un córner y regaló un penalti sin sentido. A los 11 metros fue Marc Mateu, que chutó raso y al medio (Dimitrievski se lanzó al lado izquierdo). El Castellón, justo cuando peor estaba, se encontró un tesoro. O más bien un regalo. Y qué pena para Pozo, porque estaba cuajando un partido mayúsculo, pero no se puede ir con el brazo tan en alto en una situación así. Es de primero de fútbol.
El Castellón creía en sus opciones, pero se encontró enfrente un sólido Rayo, con las ideas claras y ninguna gana de acabar encerrado y achicando aguas. Los de Iraola acabaron el partido rozando la templanza de grande, manejando la posesión y buscando tímidamente el tercero, que no llegaría. El único susto lo protagonizó Cubillas con una volea en el corazón del área que se marchó lamiendo el poste derecho. Un desajuste defensivo que pudo costar muy caro y con forma de aviso a navegantes.
La victoria aúpa al equipo hasta la zona de playoff y renueva las ilusiones en una afición que ahora, otra vez, se encoge ante una nueva jornada fuera de casa. Porque lo que se avecina es la visita a Zaragoza (miércoles, 19:00 horas). Desde la primera jornada el Rayo no gana un partido lejos de Vallekas. Eterna tarea pendiente; eterno problema enquistado. Por ahí pasa el ascenso. Es una maldición a romper y si no, bueno, siempre nos quedará Vallekas.