(Foto: Sevilla FC)
Primera jornada de LaLiga. Al Rayo le pasó por encima un camión. Derrota por 1-4 ante el Sevilla. Ocho meses después, en la jornada 34, nada ha cambiado. El reflejo de una temporada para olvidar. 62 goles en 34 partidos han recibido los franjirrojos hasta ahora, 1,82 por partido. El que más de toda la competición. Así es imposible. En el Sánchez Pizjuán se cortaron los únicos hilos de esperanza que ataban al Rayo a soñar. Todos menos uno, el del milagro más absoluto.
La defensa del Rayo no funciona. Y lleva así durante toda la temporada. Es imposible conseguir la permanencia sin un mínimo de seriedad atrás. Con errores infantiles continuos e impropios de Primera división es imposible. Y da rabia, mucha rabia, cuando arriba generas ocasiones sin problema en prácticamente todos los partidos. No hay control, no hay seguridad. No hay contundencia. Y si eso ocurre con la mayoría de equipos de LaLiga Santnader, con el Sevilla no iba a ser menos.
La posesión era franjirroja, pero cada robo de balón de los hispalenses era sinonimo de peligro. Cualquier sencillo cambio de orientación local hacía que la defensa rayista se deshiciese como un azucarillo en agua caliente. Alberto García desbarató cuatro jugadas de gol claras en la primera parte y el empate momentáneo era lo único que hacía creer a la franja.
Jémez se la había jugado con una revolución en el once, con defensa de tres y con Di Santo arriba. No estaba funcionando. El Rayo estaba desbordado. Al descanso, el técnico canario sustituyó a Álex Moreno por Tito, buscando un poco más de consistencia atrás. Nada de eso. Los vallecanos seguían defendiendo de manera impropia a un equipo de Primera división.
Aguantó el Rayo 45 minutos con la portería a cero sin saber como. Al comienzo de la primera parte recibió tres. El primero, de Promes, cazando el rechace a un disparo suyo mientras todos los franjirrojos se quedaban mirando, especialmente Uche Agbo. El segundo, tras un centro que se comió Velázquez y que Munir controló y bajó al verde al borde del área pequeña para después fusilar a Alberto. El tercero, de Munir, tras coger otro rechace de Alberto.
Con los franjirrojos rendidos y con la moral por los suelos, el Sevilla no hizo prisioneros, y puso el cuarto por mediación de Ben Yedder a puerta vacía tras marcharse del portero. Ya en las postrimerías del partido, Bryan Gil marcó el quinto tras un buen recorte.
Matemáticamente el descenso es definitivo, pero el pescado parece vendido. El Rayo está a un paso de Segunda división, colista y sin aparente remedio. Quedan cuatro jornadas y un clavo ardiendo: si los franjirrojos ganan los cuatro podrían tener alguna oportunidad.