EL TERCER TIEMPO
Éxtasis. Domingo 27 de mayo, el ascenso del Rayo Vallecano provocó esa sensación en miles de aficionados franjirrojos. Esa alegría desmedida y desbordada se palpó sobre el césped de Vallecas con la invasión de campo. Lágrimas, muchos abrazos, pelos de punto, emoción, cánticos con el alma y mucha pasión. Pero no estaban todos.
Por los que faltan
De todo lo que se vivió en el Estadio de Vallecas, me quedo con el recuerdo de todas esas almas rayistas que no están. Muchos aficionados apelaron a ellos, los que se han ido, y les dedicaron ese triunfo. Me quedo con Fran Beltrán. Tuve la suerte de entrevistarle y entre sollozos, mencionó a los que no están, como tantos otros rayistas de vena que en su mente, en un momento de alegría tan exultante, pensaban en sus familiares o amigos que ya no están entre nosotros. Por todos ellos, el ascenso del Rayo Vallecano es más grande. Ellos también son el Rayo.
Vivir un ascenso o lograr una salvación en el último minuto, debe ser lo más parecido a ganar una Champions. Pese a lo que diga Carmena, es difícil que en Vallecas podamos sentir lo que es ser campeón de Europa. Lo que percibimos es la euforia que emana un ascenso, y el apego que muestra la familia rayista con aquellos que han sentido y padecido a su lado. Eso solo lo entienden los que en algún momento de su vida, la franja les atravesó el corazón y ahí quedó ese sentimiento para siempre. No se puede eliminar ni se puede explicar con palabras, pero la locura de un ascenso, la magia de ver cómo los tuyos logran hacer realidad un sueño, es celestial.
Y allí, en Vallecas, faltaban rayistas. Muchos aficionados pensaron en ellos. Les dedicaron el ascenso, sabiendo que allá donde estén, estaban en realidad a nuestro lado, soñando, empujando la bola de Álex Moreno al fondo de la red. Sumando, haciendo rayismo. Vallecas unida es más fuerte, y el recuerdo de los que no están, siempre estará presente. Por ellos, por los que no están, también se consiguió el ascenso.