LA ESCUADRA
Fue la primera vez en toda la temporada que me tuve que recolocar en la silla, incómodo, pensativo y sin encontrar explicación. No sé si fue preocupación, pero sí un aviso. Un aviso gordo. Frente al Sevilla, era el primer partido, y en el resto de encuentros, la imagen fue buena(al menos por momentos).
El equipo ha tenido una personalidad muy definida durante toda la temporada. De los conjuntos que estarán en la terna del descenso, siempre me ha parecido que el Rayo Vallecano era de los mejores: el que más proponía, el que más claras tenía las cosas y el que mejores sensaciones mostraba… hasta Leganés.
Vaya puñetazo de realidad en todo el estómago. Y, sin que sirva de precedente, creo que el error lo tuvo Míchel. Vaya por delante que para mí el míster rayista tiene todo el crédito del mundo, pero en Primera división no puedes salir con un centro del campo formado por Santi Comesaña y Medrán. Y más cuando tienes a Imbula calentando banquillo.
Sobrepasados. Todo el partido sobrepasados. El centro del campo era un coladero sin ningún tipo de control franjirrojo. Cierto que nadie tuvo su tarde, pero es que a los de arriba le llegaban los balones con cuentagotas. Entre todos los males, el peor fue el boquete en el círculo central rayista.
¿Qué ha hecho Medrán para ser titular? De momento, nada. Lanzar una falta al larguero que, por cierto, debería haber lanzado Raúl de Tomás (para algo demostró el año pasado que esos libres directos llevan su nombre). Y otra cosa, si yo fuera entrenador y un jugador se autoexpulsa con una tarjeta innecesaria en el centro del campo, no volvía a jugar en los próximos tres partidos. También es verdad que, si yo fuera entrenador, el Rayo no estaría en Primera (o quizá sí, ojo a mi mano de hierro desde el banquillo, en el Fantasy soy un maestro).
Queda mucho, sí, y probablemente esto sólo haya sido un espejismo, pero el derbi del sábado fue un jarro de agua helada. Un partido para analizar. Para ver una y otra vez y aprender lo que no se debe hacer en LaLiga Santander. Porque, a pesar de que podamos discutir si debe jugar uno u otro, hay una cosa que es innegociable y en la que el presupuesto no influye para nada. La intensidad. A eso no te pueden ganar. No, no y no. Por muy pequeño que seas. Y el sábado el pepino se comió al Rayo. Esperemos que sea un mal recuerdo.