Amanece, el Rayo Vallecano afronta una nueva jornada en la que, de ganar, entraría directamente en los puestos de playoff. La desidia va mutando en ilusión según pasan los minutos. Salen las alineaciones, arranca el calentamiento, pita el colegiado… Y el Rayo no gana, desperdiciando una nueva bala por el ascenso. Es el cuento de nunca acabar.
Las cuentas eran simples, lo llevan siendo mucho tiempo y en Alcorcón, aún más brillantes si caben. Porque un triunfo no era sólo entrar en playoff, sino que dejaba a la franja empatada a puntos con el Girona, quinto clasificado. Jémez apelaba en la previa a la concentración, pero eso es justo lo que más le faltó al Rayo.
Un equipo abonado a ‘la caraja’ como deporte nacional. Porque el arranque fue muy bueno, rozando el sobresaliente, pero luego llega lo de siempre: llámenlo despiste, llámenlo regalo, llámenlo como quieran, pero saben de lo que hablo. Tras 20′ de incesante dominio y fallos, el Alcorcón halló un agujero en la banda de Luna para que Ernesto se plantase ante Morro y marcase definiendo con una vaselina espectacular.
Tito se tuvo que retirar del campo con molestias, dando entrada a Advíncula. Y reaccionó el Rayo, que encontró el empate de la manera más inverosímil posible: con un gol de Isi de cabeza. Fue justo antes del descanso, en un centro muy pasado hacia la derecha que el extremo cabeceó en caída, dándole al balón la parábola justa para sobrepasar a Dani Jiménez e igualar la contienda.
Las reglas del fútbol dicen que ese gol es psicológico, que hace mucho daño a quien lo recibe y eleva a quien lo marca. Pero el Rayo es experto en destrozar las normas. Y nada más salir del descanso, a los 20 segundos, Ernesto disparó desde el costado derecho, el balón tocó en Catena y se desvió, entrando por el primer palo de la portería de Morro. Varapalo.
El partido perdió frescura y se acercó más al guion alfarero que al vallecano, hasta el punto que llegaría el tercero en una acción a balón parado. Arribas disparó una falta desde la frontal que voló por encima de la barrera y se coló ante la estirada de Morro. Parecía la sentencia, porque en lo moral la franja parecía hundida, pero quedaba una última píldora de locura.
Laure golpeó con el brazo un centro de Álvaro García, propiciando un penalti dudoso por la posición. Con respecto a la mano no hay dudas, es clara, pero Laure parece estar fuera del área o, al menos, muy justo en la línea. El VAR lo revisó y señaló los once metros. Fue Trejo, que marcó disparando fuerte y arriba a su izquierda.
Había vida pero no orden. El Rayo lo buscó en los minutos finales con más corazón que cabeza, generando un caos futbolístico que el Alcorcón supo acunar hasta el pitido final. Ataques demasiado individuales, centros sin un destinatario claro y disparos inocentes. No era la fórmula.
Volaron otra vez lo puntos del barrio madrileño y voló una nueva oportunidad de asaltar el playoff. Otra, otra, otra y otra. Esta vez ni siquiera fue un empate. El Rayo volvió a probar el amargo sabor de la derrota y cayó ante un Alcorcón que sólo había ganado cuatro partidos como local.
Sigue vivo, a las puertas del objetivo, con balas en la recámara. Y habrá más oportunidades. La cuestión es si esta temporada en algún momento tendrá un capítulo feliz, o si será hasta el último día ‘el cuento de nunca acabar’.