Si en algo es especialista el Rayo Vallecano es en cargarla -lo siento, permítanme la vulgaridad- en el peor momento. Tras dos victorias de infarto ante Zaragoza (2-4) y Numancia (3-2), el equipo había vuelto al playoff, se había reilusionado. Quería creer. Pero justo cuando volvía a asomar el sol por el Cerro del Tío Pío, la franja decidió hacer el ridículo.
Porque la primera parte fue sonrojante, una actuación ruborizante por parte de los de Jémez que acabó con un 3-0 al descanso. Y pudieron ser más. El primero lo anotó Lazo tras una falta en la que Dimitrievski parece no estiró el brazo del todo. Era un tropiezo, sólo una piedra en el camino, pero rápido sería una montaña.
Instantes después Darwin fusilaría por el primer palo tras un recorte dentro del área grande. El disparo se coló por encima de Dimitrievski, que también pudo hacer más, aunque fue una acción complicada. No toda la culpa es del portero, vaya. La facilidad con la que el Almería se asomaba al área franjirroja helaba la sangre. Faltaba la alfombra roja.
El tercero sería de Juan Muñoz, que se plantó dentro del área ante el meta macedonio y marcó con el exterior de la bota derecha. El enfado de Paco Jémez alcanzaba cotas mayúsculas. El Rayo había renunciado a su bien más preciado, la pelota, y sin ella se encontraba perdido. Es lo que tiene ir a la guerra sin armas.
En el túnel de vestuarios -bronca épica mediante- Paco Jémez decidió hacer una revolución marca de la casa. Tres jugadores, de una tacada, entraron al campo: Tito, Comesaña y Joni Montiel. Se quedaron en la caseta Advíncula (con amarilla), Mario Suárez (con amarilla) y Saveljich. Defensa de tres y a por todas.
Y tanto. El Almería marcó el cuarto, obra de Darwin en un mano a mano. Parecía la sentencia, pero el VAR notificó un fuera de juego para invalidar el tanto. Ahí sonó la tormenta vallecana en la lejanía, llegaba la borrasca. En diez minutos el partido pasó del posible 4-0 al 3-2.
Juan Villar, que cuando anota es para hacerlo en plural, encontró un nuevo doblete. Primero, tras un disparo raso en el punto de penalti y segundo, apenas unos instantes después, tras cabecear en plancha un centro de Montiel. Bombazo en los Juegos Mediterráneos. El rubor había mutado en garra.
Los guiones se habían cambiado. El Almería desapareció, totalmente inexistente en ataque, en el medio y defensa; nada. El Rayo, por su parte, lo hizo todo y las tuvo de todos los colores. Primero, Juan Villar a centro de Tito, pero su remate con el empeine se marchó lamiendo el larguero.
Minutos después y rondando la segunda pausa de hidratación, Tito remataría un balón parado que se estrellaría en el palo izquierdo. Los gritos de los jugadores franjirrojos se escucharon en toda Almería. Esa rabia de saber que lo estás rozando, pero no llega. No lo agarras.
Los andaluces pidieron penalti por mano de Tito, pero la imagen reflejó que dicha pena máxima era inexistente. El Rayo lograría empatar, pero el zurdazo de Montiel tocaría en Juan Villar, que la desviaría estando en fuera de juego. Acción bien invalidada. La marejada sería notable, pero el marcador no se movería.
El Rayo dejó una imagen sensacional en la segunda parte, pero paupérrima en la primera. Si quieres jugar en Primer División tienes que jugar como un equipo de Primera División los 90 minutos, no 45. Hubo reacción, pero el desastre era tal que no se pudo remediar. Medio Rayo fue insuficiente, porque el primer medio fue deplorable.
Restan dos jornadas de competición, en casa ante Las Palmas (viernes, 21:00 horas) y a domicilio ante el Racing (lunes, 21:00 horas). La franja tiene una obligación: ganar los 6 puntos. Luego, a esperar. Quién sabe.