La vida ya es demasiado dura para tener estos disgustos. Quizá la culpa sea de estos jugadores o este entrenador, que lograron en sus vidas ser esos “uno entre un millón”, que cumplieron sus sueños de llegar a la élite del fútbol y no contentos con ello, se convirtieron con una pelota en los pies en orgullo no solo de un barrio sino de quienes creen que no se puede ganar al destino, que no se puede escalar socialmente desde un barrio obrero o simplemente que no se puede triunfar si el “dueño” de la empresa es su saboteador profesional.
Podríamos hablar de Poli Díaz o Pablo Iglesias, pero su ejemplo no sería redondo, nunca lo es.
El Rayo Vallecano estuvo a punto de llevar al Real Betis a una prorroga en su estadio, delante de decenas de miles de aficionados preparados para una fiesta que estuvo cerca de ser un funeral y por momentos fue un patio de cuchicheos, un inmenso solar en el que el runrún solo era roto por los gritos de ánimo de la hinchada franjirroja a la que la local miraba entre la incredulidad, el desdén y una colección de insultos clasistas de quien olvida pronto de donde viene, pierde perspectiva y respeto.
Dicen algunos que el destino no se puede cambiar, pero hay elegidos que tras sufrirlo una y otra vez le dan la vuelta hasta someterlo en ocasiones, retorcerlo y doblegarlo aunque sepan que los hados están esperando tozudos su oportunidad.
Andoni Iraola es uno de ellos. Hace diez años la sensacional temporada del equipo que capitaneaba, el Athletic Club le llevó hasta una final europea. En ella apareció Falcao destrozando el sueño del león que debiera haberse desquitado ganando la Euro2012 con la selección española, pero una pubalgia le apartó de la cita. Luego apareció Messi.
Thiago Manuel Días Correia, Bebé, trotamundos del fútbol de vuelta al barrio vio como su rodilla se quebraba y con ella, parecía, su sueño de triunfar llegando desde la calle a Old Trafford pasando por equipos humildes como el Estrella Amadora o el Rio Ave en Portugal, Córdoba y Eibar en España alternando con oportunidades en grandes como Benfica o Besiktas.
Su unión hizo la fuerza y en un elogio de lo inesperado llevaron a las puertas de un ascenso a la franja en aquella visita del Leganés.
El Rayo Vallecano se aferraba al recuerdo de lo ocurrido en Montilivi, aquel remontar un 1-2 que condujo la franja a primera y a Iraola al “santoral” rayista.
Con esa idea grabada a fuego el once rayista salió a incomodar, a molestar y a merecer su oportunidad. Lo hizo convirtiendo cada ataque verdiblanco en un balón largo y cada llegada propia en un córner.
El Betis se fue haciendo con la posesión del balón pero no hacía sufrir a un Rayo que lo intentaba con balas de fogueo mientras el árbitro, convidado de piedra solo señalaba las faltas muy evidentes a favor del Betis y dejaba seguir en los cientos de faltas tácticas que unos y otros cometían.
Se acercaba el descanso sin mayores contratiempos cuando una llegada de Alex Moreno y su centro, rebotado en Mario Suarez estuvieron a punto de sorprender a Luca Zidane. Fue el susto de los Pellegrini a los que casi se les sale el corazón en la boca cuando el Rayo robó el balón y se dispuso a salir a la contra. En ese momento Canales hizo un planchado memorable sin agua, el árbitro vio la piscina y señaló una falta que solo estuvo en su imaginación.
La salida del vestuario no fue mejor para los hombres del ingeniero. El Rayo practicó una jugada ensayada y solo el fallo en el último pase privó a los de Iraola del empate.
El partido transcurría con una tensión que solo rompía la grada verdiblanca que cada varios minutos arrancaba a gritar mas para sacarse los nervios que para animar a los suyos y jugadas puntuales como la sacó Balliu bajo palos ante un Betis que seguía cómodo, sin arriesgar y confiado en un error del Rayo y la franja resistía buscando su oportunidad.
Pudo ser en un centro de Guardiola que según el momento de la temporada, la voluntad del propietario del pito y la del visor del VAR podía ser considerada mano o no. Atendiendo a ese criterio tan claro podemos decir que la decisión de no considerar mano la acción de Guido fue correcta. ¿Cómo va a señalar mano y penalti en una semifinal de copa si Juanmi se llevó el balón con la mano hasta en tres ocasiones en el choque de liga en Heliópolis sin que nadie viera la infracción?.
Pudo ser cuando el Betis aprovechó el cansancio y la urgencia visitantes unidos a los cambios ofensivos de Iraola para someter a un Rayo agotado pero no rendido .
No fue así y tras los primeros retoques de Andoni que no funcionaron, el de Usurbil se la jugó al todo o nada. Entró Sylla como delantero en una sustitución de manual y Bebé, el agitador, el descarado, el que nunca tiene miedo y si atrevimiento en la cancha. Cuando Iraola vio que había una falta favorable aunque lejana, aceleró el cambio para que Thiago ajustara el punto de mira.
Bebé disparó a la barrera pero tomó nota de ángulos, trayectorias y tipo de misil a emplear para perforar las mallas verdiblancas. La inteligencia táctica de los de Pellegrini desapareció por unos instantes para convertirse en temor y la siguiente falta, tan absurda como innecesaria acercó el punto de origen a la meta, lo perfiló unos metros a la izquierda y Bebé, con tranquilidad pasmosa golpeó el balón con el tacto y cariño con el que un luthier crea y afina un instrumento, el control milimétrico de un ingeniero aeroespacial y la violencia de un luchador de UFC con lo que el balón fue sin remisión a la meta de Bravo que solo pudo hacer eso, aplaudir y felicitar.
Mientras todos celebraban el gol Iraola tomó su libreta. Mientras sus jugadores sobrevivían al cansancio con este chute de ilusión el buscaba soluciones prácticas, razonables para proteger a su equipo. Incluyó a Kevin Rodrigues para taponar a los Fekir o Canales que caían a esa banda para desbordar, filtrar pases o disparar.
Cuando tienes tanto talento como el Betis en el banco debe ser divertido para un entrenador mirar hacía atrás. El ingeniero pudo elegir a Ruibal, taladro percutor desde la derecha o a Tello, fino regateador desde la izquierda pero escogió a Joaquín como tercera mediapunta con la que poder, como en el caso de Canales o Fekir centrar, filtrar, regatear o golear.
Joaquín encontró el desequilibrio en la izquierda de su ataque, se las compuso para poner el balón a Canales, y éste ganó por un segundo en su carrera a central y portero que solo pudieron ver como el balón llegaba a Borja Iglesias, otro lujo de fondo de armario que empujó el balón a la red y la ilusión de la franja a la vieja normalidad.
La energía no se crea ni se destruye, se transforma.
El dolor también , en orgullo.
Aguante Rayo.