Conocí a un tipo que tras superar de aquella manera algunas crisis vitales llegó a la crisis de los treintaymuchos y empezó a correr. Trotó por los asfaltos de Fuenlabrada, Leganés, Getafe, Torrejón, por los barrios de Madrid e incluso se permitió en alguna rara ocasión salir de la capital y calzarse las zapatillas en Málaga o Valencia.
Contra todo pronóstico, tras otro momento de crisis y dos carreras del rayismo, el hombre decidió que el reto deportivo de su vida sería completar una maratón y aunque el lugar de autos sería desconocido y algo carente de glamour (Ciudad Real) aquello podría ser único .
Superado con éxito aquel trance el protagonista de esta historia perdió el brillo y a pesar de que correr era su afición pasó una temporada desganado, cansado y algo apático. La expectativa era tan grande que el hombre quedó vacío.
El Rayo Vallecano obtuvo su mayor éxito deportivo en dos décadas al alcanzar las semifinales de la Copa del Rey y sin apenas tiempo para digerirlo tuvo que afrontar la visita a la carretera de Balaídos. Por si eso fuese poco, mientras el autocar llegaba a Vigo en el retrovisor podían verse los colores verdiblancos del Betis, rival en apenas cuatro días de la franja en la penúltima ronda copera y quizá el equipo más en forma en España. Casi nada al aparato.
El equipo de Iraola salió a la cancha dispuesto a competir como siempre pero algo raro ocurría. Cada pase dado quedaba corto, cada carrera era más lenta que la del rival y cada salto más bajo.
El Celta, mucho más fresco y con la lección aprendida salió más intenso y no paró hasta conseguir su objetivo. Un centro de Galán fue mal despejado de puños por Dimitrievski y el balón cayó justo a los pies de Brais Méndez que alojó con precisión el balón en la red. Justo antes Unai López había caído lesionado al estirarse en demasía y dañarse la ingle. El Rayo recibió el gol con un jugador menos en la cancha y todo eso junto cayó sobre una losa.
Óscar Trejo salió en su lugar y se notó que no estaba preparado para jugar. El capitán, falto de chispa, sufrió los embates celtiñas y solo reaccionó con prudencia cuando entendió que le habían buscado una expulsión que estuvo cerca.
La cara es el espejo del alma y Trejo el de sus compañeros que salieron vivos en el partido al descanso gracias a que el Celta, mucho ruido y pocas nueces quedó en intento de avalancha.
El Celta es ese tipo de equipo con un talento desmesurado que acostumbra a decepcionar por dejarse ir. Los de Coudet en esta ocasión lo dejaron todo en la cancha pero no brillaron en exceso ni causaron demasiado problema en ataque.
Eso mantuvo con vida al Rayo que poco antes del ecuador de la segunda parte puso a la caballería con Isi, Trejo y Óscar Valentín. Durante diez minutos pareció que podía mejorar el resultado pero un despiste en un córner mal sacado por el rival sentenció el partido.
El saque de esquina, raquítico al primer palo fue rematado con picardía y talento por Brais Méndez con el único recurso disponible, un tacón cruzado que sorprendió a Isi, rezagado y a Falcao, lento de reflejos en el área propia y se coló en el segundo palo.
Iraola buscó el no va más con Guardiola pero primero Falcao no pudo completar una gran maniobra en el área y después Sergi lanzó al palo la golosina que le puso en bandeja Radamel.
El Rayo murió con honor con las botas puestas en un partido de pilas descargadas, dolor hasta las cejas, migraña, baño y masaje.
Descansad muchachos, el miércoles puede ser un gran día.
PD: Estaba claro que el del maratón era yo. La terminé, por supuesto, luciendo camiseta del Rayo, no podía ser de otro modo.