El Rayo Vallecano ganó por corazón. Porque en su ADN está sufrir en las alfombras rojas y bailar en el barro. Y Castalia, este lunes atípico de mayo, tuvo más lodo que opulencias. Con 2.840 espectadores en las gradas, los orelluts se armaron en sus trincheras para combatir en un guerra de ansiedad. Pero en ir a las armas la Franja es perita. Y no falló. La victoria permite al equipo volver a playoff y depender de sí mismo en la última jornada (contra el Lugo en casa). El sudor tiene recompensa y el botín está a una micra. La Primera División, a tres pasos.
Fue un partido de más nervios que deleites y más público de pie que sentado. Actitud propia de una jornada 41. La primera parte tuvo más tensión que ocasiones. El Rayo fue livianamente superior, pero no terminó de generar una verdaderamente clara. Isi, abonado a la electricidad, fue el más vivo y tuvo dos: primero con la zurda desde lejos y, poco después, de cabeza. Ambas, fuera. También perdonó Qasmi, con el mismo destino que su compañero. El Castellón, aferrado a un esquema de solidez atrás y fe casi bíblica en las contras, perdonó la más dócil: Marc Mateu enganchó una volea totalmente solo en el punto de penalti y la mandó a las nubes.
En la recta final del primer capítulo el partido se puso al rojo vivo. Primero, porque el Rayo pidió un penalti sobre Qasmi. En un centro a balón parado, Campos, portero del Castellón, se llevó por delante al delantero sin tocar esférico. Se armó el caos: los jugadores locales pidieron obstrucción de Yacine; los vallecanos, por su parte, señalaban los 11 metros y pedían una revisión. Fue una acción con potencial de pena máxima en directo, pero interpretable de cara al VAR. Es decir: o se pitaba en el acto, o no se pitaba. Y no se pitó. Buen criterio de la tecnología, que no intervino en una decisión gris. El gozo rayista, en un pozo.
Y segundo, porque ya en el descuento marcó el Castellón… Y se lo anuló el VAR. Todo nació en una nueva jugada calamitosa de la Franja, de esas que no faltan cada jornada. Son como píldoras rutinarias. Qasmi perdió el balón regateando en la salida, Advíncula se desentendió de la marca y a Luca le batieron casi por el medio. Se volvió loco Iago Indias, autor del cabezazo que desató el frenesí… Pero en la cabina trazaron la línea y señalaron fuera de juego previo. Uno de esos que casi insultan al fútbol, porque era prácticamente un pie corriendo hacia atrás, pero lo fue. Descanso, 0-0. Y varias valerianas rulando por los domicilios de la Albufera.
Los nervios aumentaban. Pero el fútbol, a veces, es descomplicado. Los equipos tienden a enrocarse en un carrusel de pases horizontales, de centros sin sentido o de jugadas extra-ensayadas. Y el Rayo, en los primeros 5 minutos de la reanudación, dio un clinic de que todo puede ser mucho más fácil. El primer gol llegó en cuatro pases: Luca jugó con Catena, este dio un patadón hacia Álvaro García, que vestido de Maradona controló el melón, sirvió un pase de la muerte y Qasmi, solo en el área, la mandó a la red. Se volvieron locos los jugadores, que no lo sabían, pero acababan de probar -sólo- el aperitivo.
Dos minutos después, Fran García, criticado por su bajón de rendimiento, soltó toda la tensión con un zurriagazo desde 35 metros para ponerla en el palo largo. Golazo; su segunda diana en el fútbol profesional y primera en Liga (antes le marcó al Barça en Copa). Ese francotiradorazo sí desató la auténtica locura: el 33 se tiró al suelo y gritó de rabia; Advíncula y Saveljich formaron una piña en el banquillo y se vaciaron con un sector de la grada; Iraola saltó y apretó los puños. En un parpadeo, el partido iba 0-2.
Ese arreón noqueó al Castellón y a Castalia. Se hizo el silencio en las gradas valencianas. La Franja empezó a presionar muy arriba, a no dejar jugar a su rival, a asfixiarle en su propia angustia. Y tuvo la suficiente veteranía como para leer que, cuando se desajustaba y el rival creía, una falta táctica era suficiente para frenar la euforia. Y el ritmo del partido. Porque apenas se jugó más. Los locales achucharon en el último cuarto de hora sin saber por dónde perforar la madera del buque vallecano. Apelando al coraje por encima de la cabeza. Y Luca Zidane casi no tuvo que aparecer, lo cual resume a las mil maravillas la sobresaliente actuación de la zaga rayista. Drama en Castellón: con la derrota, el equipo descendió matemáticamente a la Primera RFEF.
El Santa Inés ha vuelto de las profundidades para entonar una penúltima Vida Pirata. El barco navega y es de promoción. A falta de una jornada, jugar el playoff depende única y exclusivamente de la Franja (estas son las cuentas). La victoria en Castalia fue un cofre de oro puro. El triunfo del corazón. Eso es, al fin y al cabo, lo único que la afición llevaba pidiéndole al equipo desde aquel partido en Mallorca el 13 de septiembre. Ponerle alma. Jugar así.