Tras la euforia, llegó el traspié. Hasta el Rayo Vallecano de Iraola tiene días malos. Y este jueves fue el mejor ejemplo. De que el querer, no siempre es poder. El Santa Inés se quedó sin ron y el equipo, sin gasolina, sin fuerzas. Jugó agotado y la maquinaria dio hasta donde dio. Mayday absoluto. Y volaron dos puntos, aunque desde el vestuario se ensalce lo logrado. “Hay que valorar lo que nos llevamos, que no es poco“, dijo Iraola, entonando una oda a aquello del vaso medio lleno. Desde el palco -Martínez Munuera lo expulsó ante el Madrid y cumplirá dos partidos de sanción- vio a su equipo frustrado e impotente. Sin energía. A expensas de la Copa, vendrá bien el parón. Y la mejor noticia para la Franja es que se marcha con 22 puntos y la mirada en Europa, no en el descenso.
Lo de este jueves fue digno del olvido más fugaz posible. Pasar página y omitir, porque no hubo absolutamente nada que rescatar. A la mala suerte, súmenle que ni el guionista más vil habría preparado una sinopsis peor. Tras hacer cima ante el Real Madrid -un pico que habría desfondado al mismísimo Kilian Jornet-, el equipo sólo tuvo tres días para recuperarse y enfrentarse al Celta, que por la contra, gozó de dos días más de descanso. Resultado: los marineros del Santa Inés llegaron exhaustos. Se notó desde el minuto 1; iba a ser un día raro y lo fue.
Carrusel de amarillas
Iraola sólo hizo dos rotaciones: Unai López y Falcao entraron por Trejo y Camello. Piernas frescas para la delantera y, sin embargo, las mismas para el resto del navío. Algo debió ver en la víspera que le hizo inclinarse por no rotar. Pero a la postre quedó claro que habría sido necesario. La Franja llegó al descanso con un 63% de posesión, sólo un disparo a puerta y cinco amarillas. Sí, cinco. Isi, Comesaña, Alvarito, Falcao y Lejeune; in that order. Una manita poco ortodoxa que puso a Vallecas en pie de guerra, indignada ante lo que entendió como un criterio dispar. El Celta, cero.
Polémicas aparte, no fue un buen Rayo. De hecho, pudo ser el peor de la temporada. Los ecos del lunes aún resonaban y la resaca dejaba sus últimos coletazos. Comprensible, en cierto modo, pero caro. Fue todo de la Franja y a la vez, no tuvo que hacer ni una intervención Marchesín en todo el primer tiempo. Otra vez ese equipo tirano con el balón, pero inocente en área rival. Sin gol, lo que de verdad hace falta. El Celta, a la contra, tuvo una: paradón de Dimitrievski a Carles Pérez en un mano a mano.
Se busca a Salvi
Así, todo quedó para la segunda parte. Las primeras dos teclas fueron Salvi y Camello. Agua. El gaditano sigue dejando un sabor de boca insulso; no reluce confianza para encarar, para intentarlo, para romper. Y se le trajo para eso. El delantero, por su parte, tuvo un mano a mano clamoroso y disparó blando. No le quedó otra al Santa Inés, encallado en las rocas de las Rías Baixas, que invocar a su capitán: Chocota, a escena. Una herramienta que sí mejoró al equipo, pero no lo suficiente. El Rayo es otro con Trejo; pero 15 minutos de Trejo, a veces, pueden no ser suficientes.
Fue el caso. El Rayo dio 250 pases para hacer, sólo, dos disparos más a puerta. El mencionado de Camello y un cabezazo de Lejeune que detuvo Marche con una mano cambiada. Paradón. Mucho bajo para tan poca guitarra. La mejor noticia para Vallecas fue, al menos, que Dimitrievski anduvo desaparecido. El Celta dimitió en ataque, pero el punto al menos le sirvió para ver el Mundial fuera de descenso (ha metido en el infierno al Sevilla). Tras ganar al Madrid, el Rayo se quedó sin electricidad. No le dio el depósito para un Last Dance. Tropezón antes del parón (queda la Copa, ante el Mollerussa, el domingo; 12:00 horas). Este jueves fue para olvidar. Una ‘Qatarsis’ antes de Qatar.