Es común en Vallecas no escatimar en sudor. Y ante el desembarco de gigantes como el Madrid, la norma se vuelve mandamiento. Un grabado a fuego que supone algo simple: puerta grande o muerte digna. No hay más caminos. Creer, creer y creer. Porque sólo creyendo en lo imposible, uno descubre que a veces, no lo es. Hasta este pasado lunes, la Franja se había medido 40 veces al Madrid. 40. Y sólo había ganado en seis. Que ya son siete. Ampliación: iban 109 goles en contra y 39 a favor. Suban esa cifra hasta los 42. Se presentaba un mar tan revuelto, que habría asustado hasta a los marineros más feroces. No fue el caso de los de la Karmela, ‘pescadores’ esta temporada en el Camp Nou, en el Metropolitano, y verdugos de Valencia, Sevilla… y Real Madrid. Inmortal ‘Matagigantes’.
Como autores de la séptima. Un grito de orgullo y un plumazo -gordo- al libro de historia. Ese que Iraola sigue escribiendo con el desparpajo de Góngora y el arte de Lope de Vega. Pasos cortos pero firmes: la Franja sólo ha perdido uno de los últimos siete partidos (el desierto que protagonizó en Almería), suma un punto más que la temporada pasada a estas alturas y es el mejor arranque desde Juande Ramos. Ganando al Celta el jueves, se iría al parón acechando Europa; otra vez. Fue el triunfo del corazón, del morder pese a saberse inferior, no rendirse pese a verse remontado y no flaquear, pese a verse exhausto. El Madrid, con mundialitis aguda y casi crónica, tropezó y perdió su liderato. Tibio problema. Colosal euforia para la gente de Vallecas, que este martes llegó a sus trabajos con una comprensible sonrisa y atípicas ojeras.
Ahí estuvo su Rayo, dibujado en el 4-2-3-1 que ya se recita de carrerilla (Camello en punta) y la consigna clara: el que no crea, que lo diga. Porque el barco zarpa y no admite saltos desde la cubierta. Avisados los navegantes, todos salieron y demostraron tener sus machetes entre los dientes con un primer cuarto de hora candidato al Thyssen. Arte hecho fútbol. Así, en el 5’, Comesaña remató con la zurda un centro lateral y superó a Courtois. El belga fue víctima de un zurdazo carente de fe, pero que hizo creer hasta al más ateo. Lento, raro, gol. Las tres palabras, ciertas. El portero de Bree sigue sin dejar la portería a cero en Liga esta temporada. En Vallecas, tampoco pudo ser.
La Franja perdonó el segundo y pagó una torpeza. Con el Madrid inexistente, inofensivo en los balones divididos y muy errático en el juego… Fran García cometió un penalti sobre Asensio. Un derribo por la espalda que notificó el VAR: primera vez en toda la temporada que Martínez Munuera fue al 16:9 y primera vez que Medié Jiménez llamó a alguien a la banda. Penalti… y asumió la responsabilidad Modric, que estaba cuajando un partido funesto (acabó con sólo un 67% de acierto en campo rival). Pese a ello, lo maquilló engañando a Dimi y firmando las tablas.
Fue entonces cuando la Franja atravesó su ciénaga de dudas. Minutos de runrún en la cabeza, el peor enemigo sobre la faz de la tierra: el miedo que se crea uno mismo. Ese demonio interior que te grita “ya se te ha escapado”, cuando aún quedaba un mundo por delante. Militao, en ese mar de incertidumbre, se lanzó de cabeza y remató a la salida de un córner, superando a Dimitrievski con facilidad. Reclamó el Rayo una falta previa sobre Lejeune que no tuvo respuestas. Bajón en la fiesta. Boxeador a la lona y el árbitro, contando en reverso. Empezó a tocar la orquesta, ilusa desconocedora de que su Santa Inés no naufragaba, sólo sufría daños.
Así, cuando ya se asomaba el descanso, Álvaro García enganchó un zurdazo que sorprendió a todos, incluido Courtois. Un obús que tocó el portero, pero no pudo frenar. Golazo y chupinazo. Porque Vallecas volvió a latir y cuando lo hace, tiembla la tierra. Protagonizó la Franja una segunda parte de tanto rock & roll, que se le habrían puesto los pelos de punta al mismísimo Eddie Munson. Con sus instantes de sufrimiento: Rodrygo tuvo varias para adelantar al Madrid, pero no era su noche. Y sus respuestas arrojadas. Hasta que mordió el León de Nevir. Carvajal cometió un torpe penalti por mano tras un balón aéreo. Y llegó el momento de la velada.
Fue Trejo, con gris precedente: su fallo ante el Getafe le hizo ‘borrarse’ ante el Cádiz (entonces, se lo dejó a Isi). Los penaltis se basan en la confianza y él, transparente como un cristal, no tenía reparos en reconocer que la había perdido; a veces es sensato dar un paso al lado y dejar a un compañero. A veces, pero otras no. Otras te habla el corazón, y esta fue de ellas. De las del golpe en el pecho y al ruedo. “No es valiente el que no tiene miedo, sino el que lo tiene y aún así, se atreve”, debió pensar para sus adentros. Y le pidió el balón a Camello, que por si las moscas ya estaba rondando el punto de penalti. No dudó en traspasarle el cuero al Chocota. Y el aire, de golpe y porrazo, se cortó.
Fueron segundos que parecieron horas. Disparó a su izquierda, algo centrado y a media altura. Parable; tanto, que Courtois se lo paró. El capitán se llevó las manos al rostro y pareció hundirse. “No vuelvo a tirar un penalti nunca más”, pensó. Sin saber que sólo unos segundos después, ya iba a romper su promesa. Porque Martínez Munuera dictó que debía repetirse (Courtois se adelantó ligeramente). Y Vallecas, lejos de temer, coreó a su capitán, inyectándole la fuerza que necesitaba para ir, volver, no desistir. Qué importante es, a veces, una mano para levantarte.
Retornó Trejo, al que Óscar Valentín pareció dar un beso e Isi, un fuerte abrazo. Todos estaban con él. Y cuando se dice todos, se incluye a los 14.216 espectadores que abarrotaban Vallecas (la mejor entrada de toda la temporada). Claro que se palpaba el miedo, claro que había dudas. Y aún así, Trejo fue. Cambió de lado, disparando con el interior a su derecha. Y aunque Courtois se lo adivinó, el balón entró. Marcó, gol; gritó de rabia, frenesí. Propio y colectivo. Un ejemplo de que nunca hay que rendirse. Un gol que valió una victoria histórica. La séptima vez que la Franja, en toda su historia, gana un partido oficial al Real Madrid.
Venció, cantó su Vida Pirata y se asomó a Europa. Tuvo más fe que el Vaticano y dio una hostia -si me permiten la licencia- de las que se escuchan a millas de distancia. Durante años. Aquellas que desatan, incluso, lo de “el año que viene, Rayo-Liverpool”. Vallecas tampoco camina sola. Ni un lunes a las 21:00h. Ni aunque venga el Madrid. Todo es posible con sangre, sudor y barrio.