Punto y final a las dudas: qué bueno es el Rayo Vallecano cuando no es su -propio- peor enemigo. Cuando no comete errores infantiles ni le miran tuertos desterrados. Porque su fútbol es una delicia: valiente, vertical y efectivo. Pero el Santa Inés había encallado y desde hace tiempo, sonaban las alarmas: pese a hacer buenos partidos, no ganaba en Liga desde su KO al Real Madrid (3-2). Aquella noche el ron dejó una resaca de 68 días, subsanada por el fervor de los 700 rayistas que calentaron la tierra del frío. Valladolid, donde Isi falló un penalti, se redimió con un melocotonazo e hizo al barrio volver a soñar. Calmar las aguas del Canal de la Mancha en el viaje a Liverpool. Utopía, dicen algunos.
Y es que el parte médico, tras mucha espera, trajo su alta: iban cuatro partidos seguidos, en Liga, sin conocer la victoria. Hizo su alegato personal Iraola en rueda de prensa (“si llegamos a sacar un punto contra el Betis, habría sido la racha más larga de este club sin perder en Primera”) y razón no le faltaba. ‘Ni ganando somos tan buenos ni tropezando, tan malos’, pudo haber añadido para simplificar. Pero de méritos no se come y los números eran grises. El Rayo juega tan bien, que ha malacostumbrado a su gente: hay empates que ya saben a poco. Eso dice mucho y tiene un trasfondo bueno, ambicioso. Pero deja sabores amargos. En el José Zorrilla se podía ganar, se debía ganar.
Y se hizo. Recuperó Iraola su once tipo con una única excepción: Trejo fue suplente, dejando el enganche a Unai López. Arriba, sin RdT (aún renqueante de la rodilla; no se quieren tomar riesgos), jugó Camello. El más desaparecido de un equipo que fue de menos a más. Tuvo varios acercamientos el conjunto de Pacheta en el primer cuarto de hora, ataques de esos que hacen sonar la melodía de Tiburón. Pero ninguno se acercó a la sangre. Sergi Guardiola, viejo amigo de la barriada, apenas inquietó a Dimitrievski. Y sólo un pase atrás -absolutamente criminal- de Unai López, le hizo elevar el tono. En esa acción cayó lesionado Kenedy.
Otra mano, otro incendio
Estaba existiendo poco el Pucela y sin el brasileño, menos aún. Su adiós coincidió con el despertar del León de Nevir, abonado a la banda derecha de Isi. Era el sendero más propicio, teniendo en cuenta que por el otro costado defendía Fresneda, un diamante por el que ya puja media Europa y que apaciguando a Álvaro García, se consagró un poco más. Isi, sin embargo, se atrevió con varios lanzamientos lejanos que se marcharon desviados. Ante ese escenario pidió paso Lejeune, doctor en francotiradores: el suyo obligó a Masip a volar y hacer un paradón a mano cambiada. Insistía, insistía e insistía el Rayo, que acabó provocando un penalti por agobio. Muy polémico, como todo en este deporte.
Isi colgó un balón al segundo palo y Óscar Valentín remató de cabeza. Iba a portería, aparentemente a gol. Pero Monchu, su marca, lo detuvo con el brazo derecho. Una acción totalmente involuntaria. Una jugada que prendió el incendio del debate de las manos. Porque darle, le dio en el brazo derecho, ahí no hubo dudas: pero pudo considerarse ‘posición natural’. De esas manos que son más mala suerte que otra cosa. El caso es que Melero López no la vio en directo, pero tras ir al VAR, señaló los 11 metros. Asumió la responsabilidad Isi, que le pegó de la peor manera posible: lado se seguridad, flojo y a media altura. Un caramelo para la foto de Masip, que adivinó y paró.
Inmediatamente después nació otra polémica: Lucas Rosa, el hombre que despejó tras la intervención de su portero, había invadido el área. No lo vio el VAR, no mandó repetir. Con el runrún de esa acción y otro paradón de Masip -esta vez, a Fran García-, se llegó al descanso. Pacheta movió ficha e introdujo a Óscar Plano por Sergi Guardiola, un movimiento que apenas tuvo efecto. Porque tras el entreacto, la Franja volvió con aún más hambre. Fue dueña y señora de Pucela. Jugando con ocho hombres en campo rival y Trejo, al mando del timón. Quería su redención Isi, sabedor del error que había cometido desde los 11 metros. Y le llegó.
Isi Superstar
V de Vendetta. Álvaro García sirvió un balón raso y él, con la zurda y de primeras, mandó el balón a la red. Según la inteligencia artificial de LaLiga, tenía un 3,6% de probabilidades de marcar en el momento del golpeo. Pero en Cieza la física es un reto. Melocotonazo en Pucela. Un golazo que se celebró enfrente de los desplazados, enloquecidos. Fue la imagen de un corazón volviendo a latir. De ese Rayo que merece y consigue. Se echaron al ataque los locales, que acabaron con El Yamiq como delantero centro improvisado. Fueron minutos de taquicardias y trincheras. Un cuarto de hora final donde la Franja relució una veteranía añorada en otras épocas.
El Zorrilla murió congelado ante un Rayo que se puso al rojo vivo. Que vuelve a asomarse a la zona noble y hoy, dormirá a sólo 1 punto de Europa. Creyó, ganó y e hizo creer. Otra vez. Iraola seguirá suplicando tener los pies en el suelo, aunque para sus adentros sepa que es una misión imposible. Que su creación es sinónimo de ilusión. Que fantasear, le guste o no, hace tiempo que es por decreto. La Vida Pirata final se escuchó desde León. Y que el Rayo ha vuelto, ya lo saben hasta en Seúl.