No será fácil, pero el Rayo Vallecano entra en la recta final de Liga con opciones de playoff. El derbi del Fernando Torres era un salto al vacío sin red: ganar o decir adiós. Y se venció. En apenas 45 minutos el partido quedó encarrilado dos penaltis y dos rojas. El Fuenlabrada, que no se jugaba absolutamente nada, decidió hacerse un harakiri que vino como anillo al dedo en Vallecas. Y permite a la Franja asomarse al balcón del playoff antes del transcendental Girona-Sporting de mañana (21:00 horas, Gol TV).
Salió bien el Rayo, que protagonizó unos primeros 15 minutos de auténtico asedio. El empuje era tal que acabó propiciando el primer penalti: codazo de Iribas sobre Álvaro García en un salto. El colegiado, tras ir a ver la acción a la pantalla del VAR, señaló los 11 metros. Y si la pasada jornada Trejo había hecho un ejercicio de autoridad quitándole el lanzamiento a Isi, esta vez relegó en su escudero. El 7 le pegó escurriéndose y marcó por su derecha. Sólo unos minutos después el Fuenlabrada se quedó con diez: pisotón durísimo de Nteka a la tibia de Óscar Valentín y roja directa. Se le ponía la tarde cuesta arriba a los de Oltra.
Contra uno menos el dominio rayista no fue abismal, pero le dio para tampoco pasar apuros. Y en una galopada de Advíncula por la derecha, llegó el segundo penalti: Glauder se lanzó al suelo, llegó tarde y le derribó claramente. Esta vez asumió la responsabilidad Trejo, que disparó duro a su izquierda, anotando el 0-2. No quedó ahí la primera parte, pues en el último minuto, Ciss, teniendo amarilla, remató un balón con la mano y vio la segunda. El Rayo enfiló los vestuarios ganando 0-2 y jugando contra nueve.
Pero como el equipo es experto en meterse en charcos innecesarios, cumplió con su oficio. Fran García cedió mal el balón hacia Dimitrievski, el portero se quedó a medias y Kanté, casi a merced, envío el 1-2 a la red. Florecieron las dudas y los nervios en las piernas vallecanas, que sufrían contra un equipo esquematizado en un atípico 4-4 con una línea estrictamente defensiva y otra con permiso para estirarse.
La dinámica fue favorable al conjunto local, que apretó tirando de corazón. Pero no le dieron las piernas. El Rayo, que transmitía sensaciones muy amargas, resistía como gato panza arriba los ataques rivales, que se sucedían sin verdadero peligro. Porque el Fuenla fue un quiero y no puedo. Lo probó, pero evidentemente con nueve jugadores no le daban las piernas. Otra vez la Franja mostró dos caras: una muy sólida en la primera parte y otra endeble en la segunda. El camino para seguir soñando es la primera. Para mantener viva la llama. Algo que de momento sucede. Mientras den las matemáticas, habrá esperanza.