El Rayo no aprende. Vallecas está viviendo en un bucle permanente esta temporada, como si viese el mismo partido jornada tras jornada. Con matices, pero un denominador común. Cuando el equipo marca, se encierra, se encierra en exceso, pierde coraje y mordiente, se hace pequeño. Y ahí se condena.
La receta para intentar el milagro de ganar un partido fuera de casa la puso Jémez desde muy pronto. Revolución en el once con un 3-4-3 (ó 3-5-1, léanlo como quieran) que despistó a todos. Desde aficionados a rivales. Embarba y Álvaro García actuaban como carrileros en un esquema que aglutinaba muchos jugadores en el medio y concedía pocos huecos en defensa. A la fórmula soló le faltaba el gol.
Y esa solución la puso Ulloa. El delantero no estaba encontrando el tanto, él mismo reconocía que cuando entrase la pelota todo se iba a ver de otra manera. Y no le faltaba razón. Centro de Embarba desde la derecha que remató en semi-caída con la cabeza, poniendo el balón en el primer palo y haciendo inútil la estirada de Biel Ribas. Se adelantaba la franja en ‘el derbi del pueblo’.
Un derbi al que todavía le quedaba mucho por decir. Álvaro García tuvo el segundo en un disparo que se marchó alto, pero las ocasiones, a partir de ese momento, las puso el Fuenlabrada. Nteka estuvo a punto de remachar un pase de la muerte desde la derecha y Jeisson, con carreras entre líneas, puso en apuros a Dimitrievski. La defensa aguantaba.
Jeisson tuvo las tablas nada más empezar la segunda mitad, pero su vaselina se marchó demasiado alta. Pedía Jémez más firmeza en defensa; el Rayo ya empezaba a mostrar debilidad. El delantero peruano fue el más incisivo del Fuenlabrada, poniendo insistentemente en apuros a un Dimitrievski que se estrenaba y dejó más dudas de las esperadas.
El Rayo, como viene haciendo esta temporada, marcó y se encerró. Un harakiri particular que nadie llega a entender, ni Jémez. El equipo se repliega y cede el balón, algo impensable años atrás. Y lo paga. Juanma, de cabeza a la salida de un córner, puso el empate en el marcador. El Fernando Torres creía en la remontada y el Rayo resucitaba viejos fantasmas.
El Fuenlabrada se hizo con el dominio del partido y perdonaba la victoria. Hugo Fraile se topó con Dimitrievski en un disparo que enmudeció a la grada y Nteka, de cabeza, rozó el segundo. El Rayo, en ataque, poco o nada. Un cabezazo de Comesaña incomodó levemente a Biel Ribas, pero atajó el portero con facilidad.
Pero el tiempo de descuento traería locura. Ulloa adelantó al Rayo con un cabezazo en el 89′. Biel Ribas voló y sacó el balón, pero lo sacó de dentro. Comenzaba a prepararse la fiesta en Vallecas, que acariciaba la victoria. Pero aún quedaba un último giro.
Martín cometería un penalti en el 94′ tan clamoroso como inexplicable. El central fue al suelo para taponar un disparo y, en lugar de ello, derribó a un rival por detrás. Muy claro. Hugo Fraile, exrayista, no perdonó y puso de nuevo las tablas en el luminoso engañando a Dimitrievski. El partido no dio para más. Reparto de puntos y desilusión franjirroja.
Se repitió la historia. El Rayo está fallando a su esencia, deja de querer la posesión cuando se adelanta y se vuelve un equipo vulnerable y tímido. No sabe manejar esas situaciones; ya es preocupante. No puedes aspirar al ascenso cuando te pegas un tiro en tu propio pie como rutina. No puedes hacerte el harakiri tras marcar jornada tras jornada.