
Como no se puede tener todo en la vida, Vallecas decidió tener un campo pequeño, a cambio de un corazón gigante. Secreto público de un club que va camino de los 100 años aterrorizando titanes. Qué tendrá el ron del Santa Inés que gana en grados a mayor es el enemigo. Y es que ya lo ven, todo es posible en una pista de 100×67: dos latigazos de Los García, bailar mejor que Travolta un miércoles a las 22:00h, una visita del Liverpool. En dos meses, el sueño continental pasó de fantasía a pesadilla, aferrándose a un KO al Barcelona como última bala de un tiroteo enrevesado. Se puso tan difícil, que motivó. Despertó. Así es este barrio, indomable. Luchador hasta las trancas. Y así es esta Franja, más sherpa que alpinista.
Respiró Iraola con la vuelta de Catena y Alvarito, sancionados en San Sebastián. Con ellos y Camello, volvió el once de chaqué y riñonera. El de gala y mechero. Decidido a llevarse el guion del partido a su terreno: verticalicad, contragolpes, ritmo. Evitar eso y convertirlo en horizontalidad era la misión de Xavi, que tuvo en el medio algo muy parecido a Pedri, con la camiseta de Pedri. Al canario aún le falta rodaje tras meses lesionado y sin volante, la Xavineta dio varias vueltas de campana.
Esto es Vallecas
Errática, inofensiva, muy alejada de su mejor versión. Por momentos, hasta títere en el guiñol de Payaso Fofó, donde tras un par de avisos, llegó el jolgorio. Camello armó un contragolpe sin velocidad ni convicción, mal, tardando en pasar el balón a algunos de sus acompañantes. Al final acabó soltándolo como pudo hacia su izquierda, donde recibió Álvaro García. Control, zurdazo cruzado, gol. Precisamente cuando se había difuminado la ilusión, sonó el cañonazo de Utrera. Fue el décimo zarpazo que encajó el Barça esta Liga. No es fácil tumbar lo que estaba siendo mès que una fortalesa. En la de tres gradas, se hizo.
Fue el premio al merecimiento: el Rayo fue notablemente mejor, porque monopolizó la actitud. Convirtiendo en fútbol aquello de que para ganar, no vale sólo con ser superior, también hay que querer ganar. Una perogrullada que no lo es tanto. Al Barça, que llegó al descanso con casi el 65% de la posesión, le faltó convicción. Colmillo. Y una pizca de suerte. Porque Lewandowski, que perdonó en el primer mano a mano, acabó empatando en el segundo… pero sería anulado por fuera de juego. Milimétrico.
Acertó Gil Manzano, responsable minutos antes de no señalar un posible penalti a favor del Rayo por mano de Gavi. Involuntaria, existente. Una acción gris ante la que no debe intervenir el VAR -y no lo hizo-, pero que siembra dudas para el árbitro de campo. No faltó el “corrupción en la Federación”, que en las últimas semanas ha sonado más que una sesión de Bizarrap. La justicia del resultado rebajó el suflé de la polémica. Y la Franja se abstrajo de ella, concentrada en el segundo.
El olor de la sangre
De hecho, la superioridad vallecana creció en el pregón del segundo tiempo, con el sabor de otra Matagigantada en los labios. Movía el balón del Barcelona de lado a lado cuando en un cambio de banda, Fran García robó como una exhalación y esprintó como un galgo. En cuestión de segundos y tres toques, se plantó ante Ter Stegen, parando los relojes y dejando al barrio en absoluto silencio. Levantó la cabeza, disparó al palo largo y marcó. Gol, 2-0. El rugido del León de Nevir se escuchó hasta en la sabana. Confirmación de que el ‘EuroRayo’ sigue más que vivo. Con ganas de guerra.
Y de fiesta. Entre “olés”, la tripulación de Iraola derrochó una personalidad casi inédita para relucir aquello del “defender con balón” hasta -casi- el final. Dimitrievski anduvo colosal en el tándem de ocasiones que tuvo Lewandowski para agitar el gallinero, pero nada pudo hacer en el zurdazo a bocajarro del 83’. El resto fue agónico. Un baño de suspense entre violines de Hitchcock. Centros laterales sin remate, balones largos sin receptores, disparos a los guantes de Dimi. Uy, uy, uy. Y final. Vallecas, puerto de resiliencia, llenó de dignidad un horario indigno. El Rayo firmó su cuarto partido seguido sin perder frente al Barcelona. Se ha vuelto su Kryptonita. Una pesadilla que confirmó que el sueño de Liverpool, pase lo que pase de aquí al 4 de junio, sigue vivo. Y eso es ya mayúsculo. Merecido. Real.
