Un tempranero gol de Benzema fue suficiente para tumbar al Rayo Vallecano en su visita al Santiago Bernabéu.
Tocaba el más difícil todavía. Rendir visita al campo del Real Madrid. La eterna lucha de David contra Goliat. El cuento del vecino rico contra el pobre. Un Santiago Bernabéu cuya última visita franjirroja, hace tres años, acabó con infausto recuerdo para los franjirrojos.
Nuevo sistema
Míchel confiaba el lateral derecho a Tito, dejando a Advíncula en el extremo. Velázquez ocupaba el puesto del sancionado Amat, y en punta, Adri Embarba. Medrán acompañaba a Comesaña en la medular para tratar de hacer un embudo a la zona de creación madridista. El 4-5-1 de Míchel, con Álvaro García en la izquierda y Advíncula en el flanco derecho.
Así arrancó un Rayo Vallecano muy agazapado. Como asombrado por el escenario. Como si el otrora eficaz miedo escénico del Bernabéu hiciera mella en los pupilos de Míchel. Muy ordenado atrás, dejando el balón al talento del recién nombrado balón de oro, Luka Modric, los franjirrojos renunciaron al esférico con la firme intención de dejar pasar el crono.
Un crono que solo duró 12 minutos, el tiempo que tardó Benzema en perforar la meta franjirroja. Jarro de agua fría, pero quizás, el tirón de orejas que necesitaba el Rayo Vallecano para despertar del letargo sueño en el Bernabéu. El gol hizo cambiar el chip a los rayistas, como si hubiesen sido zarandeados. En solo dos minutos tras el tanto del ariete francés, dos ocasiones visitantes estuvieron a punto de equilibrar el choque de nuevo. Una internada de Embarba por banda derecha y un cabezazo de Velázquez, ponían al Rayo en el partido. Los de Vallecas no estaban de espectadores y querían dar guerra.
La sinopsis de este Madrid-Rayo estaba para ser reescrita. Los de Míchel comenzaron a tener más minutos de posesión, aunque algo estériles, sin profundidad y sin llegar con peligro a la meta de Courtois. Con ese escueto 1-0 se llegaba al descanso, con la sensación de que el Rayo podría subir una marcha y tratar de sacar algo positivo del templo blanco.
Vivo en la segunda mitad
El segundo asalto comenzó con las mismas sensaciones. Un gris Real Madrid, que con muy poquito iba ganando un partido ante un rival, el Rayo Vallecano, incapaz de generar demasiado peligro en la meta de Courtois.
Míchel quiso darle un cambio de aire al partido con un doble cambio: salían del terreno de juego Gálvez, que estaba amonestado y ya se había encarado con Lucas Vázquez; y Medrán. El mediocentro estaba rindiendo a buen nivel, y de hecho, se marchó cabreado. Salieron en su lugar Abdoulaye Ba, para cerrar la defensa, y Bebé, que se colocó de interior. Nueva vuelta de tuerca, con un portugués que probó los reflejos de Courtois con varios disparos lejanos.
Tímidamente, el equipo de Solari llegaba a la meta de Dimitrievski, pero sin el agobio que se le presupone al equipo de la Castellana. Por su parte, los de Míchel también salían a la contra en busca de la sorpresa. El partido era lento, sin ritmo, en un frío y silencioso Santiago Bernabéu.
A 20 minutos para el final, Míchel hacía el último cambio. Entraba Álex Alegría para poner esa referencia en ataque en los últimos compases del partido. Salía del césped Embarba, que poco pudo hacer en punta de lanza.
Las crónicas de los medios de comunicación estuvieron cerca de dar un giro radical en el descuento del partido. El Rayo Vallecano la tuvo a balón parado pero Courtois y Carvajal tras sendos remates de Alegría y Velazquez evitaron el gol del empate. El conjunto franjirrojo no aprovechó el estado mental del equipo blanco y se fue de vacío de un Santiago Bernabéu donde se vieron dos equipos que distan de su mejor rendimiento.