Contando que se acabó, empieza la crónica que nunca quisimos publicar. Pero no todos los finales son felices; la mayoría, de hecho, no lo son. Y de eso es licenciada Vallecas, de amargura, de reveses, de caer y levantarse. La enorme ilusión que había suscitado el asomo de ‘EuroRayo‘ acabó en desazón. En casi. Tan cerca y tan lejos, que firmaría Sabina. Esos locos vallecanos no comieron perdices, pero vaya que si vivieron felices. Disfrutaron cada segundo de un sueño que en Chamartín, concluyó. No habrá Rayo-Liverpool. No de momento. Consecuencia de dos derrotas inexplicables (Elche y Espanyol) que propiciaron un harakiri sin remedio. No hubo gasas suficientes en la UCI. Porque entraba en las matemáticas una derrota en Chamartín, pero esas dos fueron sentencia de muerte. El barrio volverá a soñar en grande la próxima temporada. La de su centenario. Tal vez así estaba escrito: que cuando sea, sea gigante.
Tras el jaque del pasado domingo, las opciones europeas se redujeron a un diminuto 1%. Exigía la coyuntura un milagro que, sí o sí, pasaba por asaltar el Bernabéu, algo que no sucedía desde 1996. Ha llovido, diluviado. Porque sólo con esa fórmula, las opciones habrían aumentado a un modesto 5%. A ojo. Habría seguido siendo una quimera, pero algo habría sido. Empatar o perder era decir adiós definitivamente. Porque aunque las matemáticas sigan dejando una rendija abierta, hasta el más optimista sabe que es una utopía. Que se ha esfumado. Y eso que la imagen en el Bernabéu fue notablemente buena: equipo intrépido, vertical, bravo para presionar arriba. Pero el Madrid, que a medio gas sigue siendo mucho Madrid, supo regatear la asfixia y hallar oro.
Pescó mucho con poco. Se quedó la gloria, ante un Rayo sin Trejo ni RdT. Y es que Iraola tendrá sus argumentos, pero intentó asaltar al Bernabéu sin ellos y con Unai López y Camello; enérgico el primero, desaparecido el segundo. Una fórmula que no terminó de surtir efecto. La Franja fue superior durante el primer cuarto de hora, cuando Óscar Valentín y Comesaña amenazaron con dos latigazos desde 25 metros. Uno alto, el otro a los guantes de Courtois. Al Rayo le faltó un ratón de área y sin esa pieza, todo pasó por la larga distancia y los centros laterales. Hubo muchas de ambas, pero la calidad tiende a ser más valiosa que la cantidad. Y eso demostró el Madrid. Cuando aún no había realizado ni un solo disparo a portería y era espectador de un bombardeo del Santa Inés, boom.
A por uvas
Cañonazo, sangre. Con una ridícula polémica entre líneas: todo vino de un bote neutral que Gil Manzano puso en juego sin estar todos los jugadores colocados. A Fran García le pilló bebiendo agua en la banda y a Lejeune, volviendo desde atrás. En ese pitote y sin tiempo para pensar, Valverde puso un balón a la espalda de la defensa que Benzema recogió, regateó a Dimitirevski y mandó a la jaula. Totalmente cojo el capitán, que quiso quedarse sobre el campo para apurar sus opciones de pichichi. Otra oda a la fe, porque lo tiene prácticamente imposible (está a cinco goles, a falta de dos jornadas). Las protestas de los rayistas tuvieron poco sustento: si bien es cierto que Gil Manzano pudo haber obrado con más prudencia, es compatible con la caraja defensiva. Porque la arrancada de Karim se vio desde la Estación Espacial Internacional y aún así, llegó al balón con metros de ventaja.
Ese zarpazo hirió de muerte al Rayo, que se pasó lo que quedó de primer tiempo dándole vueltas a la acción. Iraola fue de los más encendidos, al que Manzano acabó prácticamente pidiendo más viveza. Que la autocrítica debía ser mutua. Hubo muy poco de Isi y absolutamente nada de Álvaro García, al que el físico ha mermado en demasía para el tramo final de temporada. Ha llegado sin gasolina y un Ferrari, en reserva, pierde mucho. Sin su electricidad y con el Madrid bien posicionado, la balanza del partido fue poco a poco cambiando de dirección. El Rayo tendió a menos y el Madrid, algo a más. Disfrutando de una noche en la que homenajeó a Vinicius. Acunando los minutos sin que sucediesen grandes cosas. Una imprudencia de Carvajal fue lo único que subió un poco la temperatura: llegó tarde teniendo amarilla, pero encogió las piernas, evitando que la entrada fuese peligrosa. Enmendando un error que pudo dejar a su equipo con diez.
Un amago y un KO
Tic, tac, tic, tac. Pasaban los minutos y el Rayo dejaba de creer. Le sucedió lo mismo que ante el Espanyol: al no valerle el empate, se sentía a dos goles, demasiado lejos. Psicológicamente, muy tocado. La entrada de Trejo hizo dar algunos pasos hacia delante y la de RdT, enseñar el colmillo. Impulsar la sangre hacia el río: el 25 enganchó un obús desde dentro del área y sorprendió a Courtois. Gol, 1-1, ¿y si sí? Pero no. Porque con el equipo semi-estirado, Rodrygo cazó un balón en el punto de penalti e hizo el 2-1. Game Over. La Franja despertó del sueño europeo en Chamartín. Necesitaba ganar y perdió. Vallecas llevaba tiempo empezando a digerir un KO anunciado. Punto y -casi- final a una temporada absolutamente histórica, sobresaliente, pero que pudo ser más. Que mereció serlo. El ‘asalto a Europa‘ volverá la temporada que viene, la del centenario. Quién sabe. Por el momento, Let It Be.