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Sevilla 0-1 Rayo Vallecano: ‘Esta Franja tiene un color especial’

El Rayo en Sevilla fue una maravilla. “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”, dijo Di Stéfano; y aunque la Saeta sólo custodió la Franja una temporada, su frase resume a la perfección lo que, décadas después, es la misma. Un canto coral que amansa a las fieras en sus mismísimas guaridas. Pasó en el Camp Nou (0-0), en el Metropolitano (1-1) y ahora, en el Pizjuán (donde no rugía el León de Nevir desde hace 22 años). Tres estadios Champions que han visto al Santa Inés atracar, vaciarles los cofres y marcharse a flote con ska sonando en los camarotes. Ese navío ya tiene 18 puntos, casi media permanencia en el bolsillo y ahora, ambiciona con ganarle al Madrid (lunes 7 de noviembre, a las 21:00h). Álvaro García, con un gol de copyright, gritó que sí se puede.

No podrá competir con los tres puntos, pero una de las mejores noticias para el rayismo es que hay vida más allá de Trejo. La paleta ofrece más colores bajo la varita del Chocota, pero sin ella no se vuelve un desolador blanco y negro. Ni mucho menos. El capitán fue baja por acumulación de amarillas y sin él, por segunda vez esta temporada -tampoco estuvo ante el Atleti, aquella vez por lesión-, la Franja volvió a ‘pescar’. Fue Unai López el encargado de enganchar a un equipo que ya se recita de carrerilla. Con Lejeune acompañando a Catena, Santi dirigiendo junto a Óscar Valentín y en punta, Camello.

Las dos más claras de la primera parte, de hecho, fueron suyas. Diáfanas. La primera, en el primer cuarto de hora, fue un mano a mano ante Dmitrovic: Catena envió un balón a la espalda de la defensa y de golpe y porrazo, Camello se plantó ante la jaula. Los nervios le jugaron una mala pasada y tras dar un toque de manera involuntaria, el balón se le alejó y permitió que el portero se le echase encima. Superada la media hora tuvo otra, con un zurdazo desde dentro del área que salió raso y demasiado flojo. La reacción de Iraola fue cristalina: incomprensión ante la delicadeza de un disparo que debía ser un misil. Quién sabe qué hubiese hecho RdT.

Enfrente, un Sevilla impotente. Sólo el ahínco de Joan Jordán se salvó de un fuego que al descanso, ya era incendio. La afición, cansada, despidió a su equipo con una sonora pitada. Y justificada: el Sevilla hizo 0 disparos en toda la primera parte. Una imagen lastimosa de un equipo que sigue sin ser, siquiera, la sombra de lo que fue hace no mucho. Anduvo muy cómoda la Franja, a la que le sigue cojeando la pata de la pólvora. Si no, se habría ido por delante en el marcador. Concentrando los ataques por el costado derecho, Isi probó fortuna en varias ocasiones sin suerte. Erre que erre de un Rayo que creía más a cada minuto que pasaba.

A los pocos segundos del intermedio, Unai López estrelló un balón en los guantes de Dmitrovic y desató que la melodía de viento fuese estruendo. Pero el Sevilla, durante un pequeño impasse, fue otro. Una versión mejorada; no para tirar confeti, pero salvable. Sampaoli introdujo dos cambios: Papu Gómez y Rafa Mir entraron por Rakitic y Januzaj. Y el Toro tuvo una clamorosa en el minuto 50, cuando tras toparse con Dimitrievski en un mano a mano y caerle el rebote a merced, remató al lateral de la red. Estuvo ahí la prueba perfecta de aquella tesis, con forma de maldición, que habita en Vallecas desde hace mucho tiempo: el Rayo necesita mucho para marcar y, a la vez, con muy poco le hacen daño. Esta vez tocó madera y respiró con fuerza.

Llegó vivo al minuto 60 y ahí, todo cambió. Tras una pérdida de los locales, Unai López controló y lideró un contragolpe que acabó valiendo un potosí. Balón largo a la espalda de Montiel y control de Alvarito, que se perfiló hacia dentro, halló un espacio donde aparentemente no lo había (entre dos defensas y pegado al primer palo) y puso la bala. Diana; gol. Segundo zarpazo del utrerano esta temporada tras el del Cádiz; no había marcado hasta entonces, pero ha sido descorchar la botella y cogerle el gusto a lo de beber. A lo de festejar con sus manos en los mofletes. A partir de ahí se hizo gigante la muralla de Iraola, que puso más ladrillos dando entrada a Pathé Ciss por Unai López.

Ahí el 4-2-3-1 pasó a ser un 4-3-3 con tres centrocampistas más enfocados en secar, que en mojar. El Sevilla yerró con una falta de Jordán desde la frontal que salió desviado y el Rayo perdonó la sentencia. La más clara, en un cuatro contra dos que Álvaro García decidió finalizar con la diestra desde la frontal; fuera. Fue un final de infarto. Digno de una película de género thriller. Y Catena a punto estuvo de marcarse en propia en el 90+6′ con un despeje que salió hacia su portería. Le dio hasta un beso a Dimi, su salvador. El del barrio.

Porque la Franja ganó en el Pizjuán, donde no lo hacía desde hace 22 años (2-3 el 19 de mayo del 2000; hace 8.198 días). De hecho, era territorio maldito, pues encadenaba ocho derrotas, entre las que había encajado 27 goles y sólo había marcado siete. La maldición encontró su fin. Y para color especial, en Sevilla, el de este Rayo.

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