LA ESCUADRA
No metía un tanto desde 2012, con el Betis. No había marcado nunca con la franja en el pecho. Sabía lo que era evitarlos pero nunca había saboreado las mieles del gol desde que llegara a Vallecas hace tres temporadas. Chechu Dorado, invitado de última hora a la fiesta de la victoria. Un héroe inesperado de esos que no llevan capa pero que cuando asoman la cabeza llevan la locura a la grada.
La de palos que le han caído, la de bocas que cerró de un plumazo, incluida la de un servidor, para volver a abrirlas al instante. ¡Gol!
Que si está lento, que si está mayor, que si Abdoulaye Ba está mejor… Todo eso puede ser verdad o no, pero lo que sí es cierto es que su zurda salió a pasear en el minuto 87 de un Rayo Vallecano – Granada que iba camino de otro inútil empate. Y vaya paseo. Recorte, rosquita y locura. Hacía tiempo que no se vivía esa sensación en la Avenida de la Albufera. Por fin tocaba gritar.
Numancia, Huesca, Tenerife… ¿Cuántos puntos se han escapado cuando ya parecían franjirrojos? El sábado le tocó a Chechu robarlos para el Rayo. La madre que le parió (que estaba en la grada), qué golazo, que momento para hacerlo… Único.
Ni Trejo, ni Chori, ni Javi Guerra… fue Chechu el que llevó la ilusión a todo un barrio. “Sí se puede” -comentaba un niño al salir del Estadio por Arroyo del Olivar. Y vaya si se puede, Chechu marcó el camino.