Eran las 23:45 del pasado lunes. Las gradas de Cornellá habían dado tregua al alborozo perico. Era un momento magnífico, entiéndase por ello la posibilidad de disfrutar del más sepulcral de los silencios en un recinto que quita el hipo.
La mística del momento chocaba con las imágenes que horas antes se habían sucedido en el césped. El Rayo había perdido, si, pero no era una derrota más. Ese era mi pálpito y, horas después, pude comprobar que mi sentir iba en consonancia con el de buena parte del aficionado rayista.
No hubo rabia ni impotencia tras el minuto noventa, ya que el Espanyol había superado en todo al equipo de Jémez. Mientras tomábamos carretera de regreso a Barcelona, intentaba hacer una radiografía completa de lo acontecido. He de reconocer que me costaba sacar algo positivo, pero mi inquieta cabeza no paraba de encontrar una excusa para reilusionarme.
Los minutos de Ozbiliz se cruzaban con las palabras del técnico, y el tanto de Bebé era borrado de un plumazo al analizar concienzudamente los errores defensivos. Definitivamente, no. No era capaz de sacar jugo a la visita de la franja a Cornellá. Me apenaba por ello, hasta que de golpe y porrazo empezó a retumbar una y otra vez una palabra en mi mente. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] Bienvenidos a las emociones fuertes, a los marcapasos activados [/dropshadowbox]
Entramos en periodo donde los partidos, por fin, SÍ pueden ser tildados de finales. La época del todo suma. Desde un minuto 24 sin descanso a la garganta, hasta un recibimiento acorde a la envergadura cuando el Rayo se aproxime a Payaso Fofó. Adiós a las rachas, las circunstancias, la crítica destructiva y la piel de cordero. Bienvenidos a las emociones fuertes, a los marcapasos activados, a la sangre en vena, al fútbol en su máxima expresión.
Llega el momento de momentos. Diez jornadas, tan sólo diez jornadas para el final. Es aquí donde se logran los objetivos, tal y como decía Luis Aragonés. El Rayo se presenta a este tramo donde se presume que debe estar, jugándose el todo por el todo para permanecer en primera. A día de hoy, sobre todo teniendo reciente el partido de Cornellá, las sensaciones están lejos de ser las deseadas. ¿La situación más difícil de estos años..?, sinceramente, pienso que no. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] Llega el momento de momentos. Diez jornadas, tan sólo diez jornadas para el final [/dropshadowbox]
Hace dos cursos fue Larrivey, quién con su testa prodigiosa invitaba a la esperanza con aquel triunfo ante el Valencia. El curso pasado fue Alberto Bueno quién puso calma en la tempestad para vencer al Villarreal. Amén del ‘tamudazo’. ¿Habrá actor principal este año..?. Evidentemente, no lo sabemos. De lo que no tengo ninguna duda, es de que este Rayo de Paco Jémez no va a bajar a segunda división.
Por cierto, esa palabra que retumbaba en mi mente, era Eíbar.
Antonio Morillo (@AMorillo17)