Era un partido para lucir madera. Para demostrar de que pasta estaba realmente hecha el equipo. Y el material es bueno. Tras la adrenalínica victoria en Almería (0-1) llegaba un gigante con pies de mármol a Vallecas. El Girona, perseguidor más inmediato, tenía en su mano la posibilidad de igualar a la Franja en la sexta plaza. Pero el escuadrón de Iraola remontó en una agónica batalla para llevarse 3 puntos que afianzan su butaca en el playoff.
Y eso que el Rayo Vallecano salió con dudas, endeble. Tanto que el Girona asustó hasta dos veces en el primer cuarto de hora, y ambas fueron clamorosas. En la primera Dimitrievski tapó un zurdazo de Couto casi en el área pequeña y en la segunda, Sylla no llegó a rematar un centro raso por centímetros. Fue un carrusel de los catalanes. Y tanto iba el cántaro a la fuente, que al final se rompió. Y cómo no, fue a balón parado, ambientes en los que la Franja sufre un mundo: Santi Bueno remató para batir a Dimi por el primer palo.
El mazazo fue enorme, pero la reacción mayor. Y a los 2 minutos empató el Rayo. Remate aéreo de Álvaro García que Juan Carlos detuvo con un paradón, el balón se quedó muerto y Comesaña lo empujó. Con esa locura, un festival de tarjetas (Saveljich, Comesaña y Trejo) y unas sensaciones contradictorias, se llegó al descanso.
En la segunda parte el partido cayó en ritmo y se perdió por los lares de las interrupciones. Falta tras falta, protesta tras protesta. Había de todo menos fútbol. Cuando el Girona se estiraba era para buscar a Stuani, que se pegaba pícaramente a Martín, encargado de bailar con un león. El chaval cumplió, pero se le notó falto de ritmo. El Rayo, por su parte, fue livianamente superior, dominando la pelota, pero sin presencia en el área. Ese era el problema, había mucha salsa y poca sustancia.
Antoñín, el elegido por Iraola para la punta, sigue ejerciendo un riguroso papel de fantasma. Ni aparece en el área, ni ofrece soluciones en la combinación. Hubo un tramo en el primer tercio de la temporada en el que demostró tener mucho fútbol, pero a día de hoy no queda rastro de esa versión. El delantero más en forma es Qasmi. Y con el que mejor se entiende el equipo, a pesar de su falta de gol.
Toda la que le sobra, sin embargo, a Isi, que volvió a vestirse de matagigantes para soltar un zurdazo desde la frontal en el último cuarto de hora y desatar el frenesí. El balón tocó en el poste izquierdo, se dio un garbeo por la línea de cal y entró, haciéndose de rogar, en las mallas. Juan Carlos hizo la estatua. Se estiró el Girona, consciente de que si en algo flojeaba el Rayo, era en el temblor de los minutos finales. Pero esta vez el equipo demostró entereza y aguantó.
Aunque no sin llevarse un buen susto: el colegiado señaló penalti por una supuesta mano de Óscar Valentín dentro del área. Pero no era. Y tras ir al 16:9 de la banda, corrigió su decisión. El mediocentro rayista tenía los brazos pegados y en posición totalmente natural. Bien por la tecnología, igual que se la critica -con razón- en ciertos contextos, esta vez fue clave y acertó, pese a la indignación generalizada del Girona.
Pozo la tuvo para sentenciar con un mano a mano en el 88′, pero se encontró con Juan Carlos. Y Sylla, rozando el 92′, perdonó en el único desajuste defensivo de los de Iraola. El senegalés enganchó una volea en el segundo palo, con todo a placer… Y la tiró por encima del larguero. La Virgen de la Torre y sus regalos, puntuales, al barrio. Fue el último sonido de bala. Ahí acabó la batalla.
La victoria es una postal hacia El Dorado. El Rayo mantiene la sexta posición y da un portazo a sus perseguidores (Girona y Ponferradina, ambos a 6). Y ojo, una victoria el miércoles ante el Mirandés (19:00 horas, Estadio de Vallecas) haría al equipo superar al Sporting… Y al Leganés si los pepineros no vencen mañana (21:00 horas, RCDE Stadium) al Espanyol. La Franja está muy viva. Ruge el León de Nevir, que ha pegado un zarpazo de promoción.